Las aguas vivas que borbotean
José Antonio Fortea
Introducción
Resulta imposible para los sacerdotes, cada vez que celebramos la misa, tener presentes todas las riquezas, simbolismos y tesoros espirituales contenidos en la liturgia del sacrificio eucarístico. Éste es un libro pensado para que el sacerdote en la sacristía, ya revestido, lea unas pocas líneas de él cada día antes de salir a celebrar la misa. Bastará con fijarse en unos pocos de esos simbolismos o, incluso, en uno solo de ellos.
El esfuerzo de fijarnos en uno o dos detalles de la liturgia, bastará para cambiar la forma de vivirla. Es como un poco de sal que cambia el sabor de todo el plato. De ningún modo aconsejo leer todo el libro seguido, porque se trata de un libro escrito para la meditación. Cada libro tiene su forma ideal de ser leído. Quiero remachar la advertencia de que el mejor modo de aprovechar esta obra es leer de ella unas líneas cada día.
El libro lo escribí pensando en los sacerdotes. Pero, por supuesto, los laicos podrán aprovecharse igualmente del libro. De hecho, hay laicos que tienen un alma más sacerdotal que algunos que han recibido el sacramento. Un laico sentado en un banco del final de la iglesia puede vivir de un modo más profundo la misa de lo que tal vez lo haga su párroco. Esto no es algo lamentable, ¿por qué el sacerdote debe ser más santo que el laico? El sacerdote debería ser santo, pero en ningún lugar está escrito que el sacerdote deba ser más santo que un laico. Tanto el laico como el sacerdote están llamados a la más eximia santidad.
El sacerdote debería ser santo por las cosas santas que toca y las funciones sagradas que realiza. Pero el laico no está llamado a una santidad menor. Ambos están llamados a vivir la liturgia eucarística con la mayor devoción que les sea posible. Escribí este libro para los presbíteros, pero no tengo la menor duda de que habrá laicos que aprovecharán este libro muchísimo más muchos sacerdotes.
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