Los desafíos del católico
Vittorio Messori
INTRODUCCIÓN
La buena acogida que los lectores españoles han dispensado a las Leyendas negras de la Iglesia ha incitado al editor a publicar ahora esta otra “antología”. En efecto, se trata de una selección posterior de los tres volúmenes italianos -que forman un total de casi dos mil páginas- en los que he recogido el contenido de la columna que desde hace años público en Avvenire, el diario católico nacional.
Corno ya ocurriera en Italia, también en España estos escritos míos han suscitado un interés y una difusión que algunas personas han juzgado de “sorprendentes”. En lo que a mí respecta soy, obviamente, totalmente consciente de los límites cíe mi trabajo, pero no me ha sorprendido demasiado la positiva respuesta de tantos lectores. Los numerosos años de trabajo -y, por tanto, los muchos libros publicados- me confirman que existe en la actualidad una fuerte demanda de información objetiva y “no acomplejada”, expresada desde una perspectiva cristiana en general y católica en particular. Esta “demanda” no se ve correspondida por una oferta adecuada. Demasiado a menudo, lo que queda de la intelligentsia Creyente se muestra timorata a la hora de expresar su opinión. Muchos parecen olvidar que “diálogo”, el auténtico, no significa “renuncia”, y que es un deber para el católico -y también una muestra de caridad hacia quien no comparte su fe- hablar cíe lo que cree con tanta humildad como claridad. Así, tengo la impresión de que muchos lectores se acercan -y, generosamente, aprecian- a mis escritos “a falta de algo mejor”. Y es que aquellos que deberían dedicarse a esto, a menudo se limitan a realizar discursos “humanistas” y “culturales”. Estos temas son también importantes, pero no resultan suficientes para los cristianos, a quienes Jesús encomendó explícitamente anunciar el Evangelio.
En otros libros (Hipótesis sobre Jesucristo, ¿Sufrió bajo Poncio Pílato?, Apuesta sobre la muerte, todos ellos traducidos al español) he intentado indagar en las razones de la fe, en la posibilidad misma de seguir creyendo. Con este libro, y con las Leyendas negras que le ha precedido, intento volver a presentar a los católicos que lo hubieran olvidado -y a los no católicos que pudiesen estar interesados- una perspectiva de fe con la que contemplar la historia y el presente. En efecto, creer en el Evangelio significa dirigir a uno mismo, a los hermanos en humanidad, al mundo entero, una mirada nueva, original en cualquier caso, diferente a la del “mundo”. Así, en los capítulos aquí seleccionados parto, como periodista que soy, de un apunte extraído de la realidad. Pero luego -como cristiano y como católico- intento profundizar y mostrar una posible lectura de creyente.
El Dios al que volvemos a ofrecer nuestra confianza se ha manifestado en la historia y es en ella donde sigue manifestándose, utilizando nuestras manos y bocas humanas. Por lo tanto, intentar descifrar los signos, las huellas, los indicios de la Divinidad en la aventura humana es uno de los primeros deberes del creyente.
Es un deber que se basa en una realidad frecuentemente olvidada: la caridad de la que derivan todas las demás es servidora de la verdad. El pan material para los necesitados parece ser la única obsesión de muchos cristianos de buena voluntad. Y así se olvida que “no sólo de pan vive el hombre”, sino de conocimiento del Evangelio de Aquel que dijo “Ego sum veritas”. Muchos, tal vez demasiados, de los discursos actuales sobre moral no van precedidos de una llamada de retorno a la fe, a esa “nueva evangelización” a la que nos exhorta el papa. También por esta razón he intentado con esta pequeña obra ofrecer mi contribución, cuyo resultado se materializa en libros como el que el lector tiene ahora entre sus manos. Un lector que (si ha leído la antología anterior) sabrá cuánto amo y aprecio la maravillosa epopeya católica de su país. Nosotros, los creyentes en Cristo, le debemos mucho a España, y yo me siento especialmente feliz al rebajar un poco mi deuda, también con estas páginas, hacia una tierra y un pueblo de los que todos hemos recibido tanto en lo referente a pasión y compromiso en la defensa y la difusión de la Verdad evangélica.
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