Mis conversaciones con las Almas del Purgatorio
EUGENIA VON DER LEYEN
Traducción de: Diego Armando Nuñez Barrera
PRESENTACIÓN
La Princesa Eugenia, de la dinastía alemana de los von der Leyen, por via materna, poseyó un carisma del todo particular; gracias a una especial permisión de la Divina Providencia tuvo, desde 1921 hasta 1929, contacto con las Almas del Purgatorio. El Padre Sebastián Wieser, su Director Espiritual, dejó escrito:
“Conocí a la vidente los últimos 12 años de su vida y estuve al tanto día a día de sus experiencias y encuentros con las apariciones…
La vidente llevó una vida santa… su caridad no conocía límites, lista para ayudar en cualquier momento y pronta a cualquier sacrificio. Todos los que la conocieron le tuvieron un gran respeto y veneración… Querida de Dios y de los hombres.
En opinión de especialistas, su diario es comparable con otras obras del mismo género, lo que es mejor.
Yo declaro bajo juramento haber exhortado a la Princesa a anotar de manera clara y precisa los hechos reales vividos y, al mismo tiempo, de nunca haberle sugerido de ninguna manera mi propia visión personal de las cosas. Me declaro garante, en todas las formas, de la credibilidad de que es digno el Diario y ruego al lector conservar de la Princesa, quien ahora también descansa en la otra vida y desde luego en la visión bendita de Dios, un agradecido y venerado recuerdo”.
La Iglesia nos enseña que no sólo existe la Iglesia Triunfante en el Cielo y la Iglesia Militante en la tierra, sino también la Iglesia Sufriente, en el Purgatorio. Según los planes salvíficos de la Providencia Divina, esta necesita de nuestra ayuda. En el Diario, este mundo sufriente de la Iglesia Purgante es precisamente el que se nos muestra con imágenes inolvidables, implorándonos con conmovedoras palabras y gestos que desgarran el corazón. El agite emocional que el Diario provoca en nosotros nos llevará a sensibilizarnos por nuestra Iglesia, y nos abrirá los ojos a los indecibles sufrimientos de las Almas del Purgatorio, destinadas por Dios a ser nuestras poderosas intercesoras, siempre que hagamos algo por ellas.
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