Santa Catalina de Siena
INTRODUCCIÓN
Santa Catalina es un alma exuberante de vida divina. Su maravilloso apostolado es irradiación de su vida interior transformada en Cristo. Como San Pablo, invita a sus numerosos discípulos a seguir su ejemplo: Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo. A imitarla, no en lo extraordinario, sino en lo esencial de su vida interior de unión con Dios, en su caridad y en su total entrega al bien de las almas.
En Santa Catalina no hay dualidad entre su vida y sus escritos. Vive en su plenitud la doctrina que contiene el Diálogo, y escribe o dicta lo que de continuo vive.
Leer sus escritos es dejarse contagiar y hacerse discípulo suyo. Tanto que Santa Teresa llegó a decir que “después de Dios debía a Santa Catalina muy singularmente la dirección y progreso de su alma en el camino del cielo”.
El Diálogo reproduce en su conjunto la conversación con Dios mantenida por Catalina. La conversación que fue toda su vida, lo cual no significa que todas las enseñanzas fueran recibidas directamente por los caminos extraordinarios de los fenómenos místicos. Todo el Diálogo gira alrededor de un hecho central, una idea eje, la gloria de Dios en la salvación de todos los hombres.
Su estilo revela un modo de ser. Es una santa a quien le gusta poco hablar de sí misma.
Entrar en la órbita de la Santa es embarcarse en una aventura de responsabilidades. Tiene una atmósfera propia, inconfundible: la de la fe. Penetrar en ella es sentirse apremiado constantemente a ser lógico, a ser consecuente.
La primera impresión que deja la lectura del Diálogo como de sus cartas, es la solidez de sus ideas. [Son casi 400 cartas las que han llegado hasta nosotros, las cuales han sido numeradas]. Mujer de principios claros, graníticos, seguros, y de una total entereza para vivir su vocación, para secundar la llamada sobrenatural.