Jean Monbourquette
Descubrir el proyecto de vida
Introducción
Una psicóloga, que trabaja en medios hospitalarios, me confiaba que dedicaba la mayor parte de su tiempo no a escuchar a los pacientes, sino a curar la angustia y el desconcierto de sus propios colegas. La mayor parte de ellos se preguntaban por el sentido de su existencia: «¿Para qué vivir? ¿A quién le sirve mi trabajo? ¿Cuál es su utilidad? ¿Hay algo más en la vida que subir al metro, dar el callo e irse a la cama?».
La pérdida de los significados de la vida que ofrecían las religiones tradicionales y las filosofías humanistas ha abierto un vacío existencial en muchos de nuestros contemporáneos. Por eso, me ha parecido importante presentar al lector mis reflexiones sobre la búsqueda de sentido en su vida y hacerlo, concretamente, ofreciéndole instrumentos que le faciliten el descubrimiento de su misión personal. Efectivamente, esta misión personal es la que contribuye a dar un sentido a sus acciones y gestos de cada día. Saber el porqué de su existencia aporta a la persona simultáneamente un sentido a su vida, una coherencia interna y una orientación a su actividad, que son otros tantos elementos de la realización personal.
¿A quién van dirigidas estas páginas?
El objetivo principal de esta obra es acompañar a las personas que se las tienen que haber con transiciones vitales, tanto si son queridas como si son impuestas. Antes o después, todos estamos llamados a vivir esas transiciones. Pues bien, muchos las viven sin haberse preparado o sin haber sido iniciados: jóvenes adultos que se quedan varados en la adolescencia, adultos confrontados a la segunda mitad de su vida, padres que llegan a la etapa del «nido vacío», jubilados voluntarios u obligados, personas mayores que sienten acercarse ya el final de su vida. En esos periodos cruciales que anuncian un cambio en la vida, todos se plantean de forma aguda la cuestión de su identidad, del significado de su existencia y de supervenir.
Otras transiciones las provocan acontecimientos imprevistos. Mientras escribo estas páginas, pienso de manera especial en las personas que han sufrido pérdidas importantes: ruptura de una relación que para ellas suponía mucho, muerte un ser querido, paro laboral, jubilación, pérdida de creencias espirituales significativas, no-realización de su potencial, o simplemente ausencia de razones para vivir. Pienso también en algunos lectores en plena crisis existencia!, insatisfechos de las motivaciones que hasta ahora activaban su vida; en personas obligadas a actuar en un escenario vital que ya no les resulta adecuado; en otras que experimentan una devastadora monotonía continua o un aburrimiento indefinible; en todos aquellos, en fin, que tienen la impresión de haber perdido el tren de su vida.