Abrahan y Sara
Carlos Mesters oc
Historia de Abrahán y Sara
La Biblia cuenta que hace ya muchos años, más o menos en 1750 antes del nacimiento de Jesús, un hombre, llamado Abrahán, preparó sus cosas y marchó con Sara, su esposa, en busca de tierra. Ella describe el largo calvario de este matrimonio mayor, andando de un lugar a otro toda su vida hasta la hora de la muerte. Cuenta todo esto en los capítulos 12 a 25 del libro del Génesis.
Como Carlos, Abrahán era uno de tantos que en aquella época huían de la miseria. Querían dejar la vida errante y cambiar el páramo seco por un valle verde cerca de las aguas, donde pudiesen trabajar la tierra, criar ganado y cuidar la familia.
Pero Abrahán no ha muerto. Sólo ha cambiado de nombre. Hoy se llama Carlos, Francisco, Luis… Es el indio, el peón, el que está en una tierra que no es suya, el emigrante y el revendedor, el estudiante y el hachero, el obrero y el arrendatario, el “sin tierra” y el que vive de changa… Todo mezclado. Es todo un pueblo caminando sin destino, buscando sin encontrar, millones de familias de sangre latinoamericana.
Abrahán sigue saliendo de su tierra, dejando atrás su familia. Continúa peregrino, viviendo en tierra extranjera, en las grandes ciudades, en el campo y en las fábricas o a lo largo de las rutas, del norte al sur de nuestros países, en busca de tierra y de trabajo, de instrucción y sanidad, de casa y bendición. Anda perdido por ahí, por los terrenos baldíos que la llamada “civilización” todavía no ha ocupado o se ha olvidado ocupar.
Dentro de sí lleva una fe, una esperanza, un gran amor, pero no encuentra lugar para él en este mundo. Parece que el mundo tiene miedo a Abrahán. ¡Y tiene motivos para ello! Porque si este Abrahán algún día consigue sembrar su fe, su esperanza y su amor, hará nacer una planta nueva que va a cambiar la faz de la tierra. Hará surgir un mundo nuevo, bendecido por Dios, en el que habrá perdón setenta veces siete.
Por ahora no conoce exactamente su misión, ni sabe que fue llamado a ser Abrahán; por eso depende en parte de Dios. Pero ya está empezando a descubrirlo. La Biblia puede ayudarle mucho en este descubrimiento, porque además de ser historia del pasado es espejo del presente. Un espejo te ayuda a descubrir tu cara de hombre y muestra lo que en ella existe de lindo y de feo, de cierto y de errado.
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