Matilde Eugenia Pérez Tamayo
A LOS CATEQUISTAS Y AGENTES DE PASTORAL
Durante la Cuaresma y la Semana Santa, la Iglesia nos invita, con especial insistencia, a rezar el Vía crucis, la oración litúrgica que nos permite recorrer paso a paso con Jesús, acompañándolo con el corazón, su camino hacia la cruz, que es también, el Camino de la Gloria; su glorificación como Hijo de Dios, Señor y Salvador nuestro.
Rezar el Vía crucis con fe y con atención, es una manera privilegiada de “ver” con los ojos del corazón, a Jesús que padece y muere por amor a nosotros, y compartir su sufrimiento, hecho don de salvación para todos los hombres y todas las mujeres del mundo y de la historia.
Pero esta invitación de la Iglesia no es sólo para los adultos, también lo es para los jóvenes y para los niños, motivados y conducidos por los mayores: sus profesores de religión, los catequistas, los animadores de grupos, y los mismos sacerdotes. Precisamente ellos – los niños -, predilectos de Jesús, son quienes, por su sencillez, su alegría y su bondad naturales, su sensibilidad y su inocencia, pueden captar con mayor claridad y hondura, el amor infinito de Jesús por nosotros; amor que se da, amor que se entrega generosamente, totalmente, sin condiciones, a todos y a cada uno; amor hasta la muerte; amor más allá de la muerte; amor que renueva la vida, que comunica una nueva vida.
El presente Vía crucis ha sido escrito pensando en los niños y las niñas y para ellos y ellas, convencidos de la necesidad urgente e inaplazable de ayudarlos a crecer en su conocimiento de Jesús y de la salvación que consiguió para nosotros, con la certeza de que ese conocimiento los llevará – iluminados por la luz del Espíritu Santo – a creer en él, cada día con más fuerza y con mayor decisión, y a amarlo profundamente, con un corazón vivo y palpitante, con un corazón limpio, con un corazón renovado.