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Advertencia sobre la índole humana y la Vida Buena

San Antonio Abad

Antonio el Grande, conocido también como “Antonio el Ermitaño” o “San Antonio de Egipto,” vivió entre los años 250 y 356, aproximadamente. De familia cristiana, más bien rico, habiendo quedado huérfano de muy joven y con una hermana pequeña a su cargo, un día fue fuertemente golpeado por la palabra del Señor al joven rico: Si quieres ser perfecto, ve, vende todo aquello que posees, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los Cielos. Luego, ven y sígueme (Mt 19:21). Sintiéndose aludido, enseguida empezó a vender lo que poseía y a darse a una vida de oración y penitencia en su misma casa. Después de algún tiempo, confió a su hermana a una comunidad de vírgenes, y llevó una vida de oración y penitencia en su misma casa. Después de algún tiempo, confió a su hermana a una comunidad de vírgenes, y llevo una vida solitaria no lejos de su pueblo, poniéndose bajo la guía de un anciano asceta de quien se alejara, luego, para retirarse en el desierto, en una de las tumbas que se encontraban en aquella región.

Su ejemplo fue contagioso, y cuando se retiró al desierto de Pispir, el lugar no tardó en ser invadido por cristianos. Lo mismo sucedió cuando sucesivamente se retiró cerca del litoral del Mar Rojo. La vida consagrada al Señor, en soledad o en grupos, ya era una costumbre, pero con Antonio, el fenómeno asumió dimensiones siempre más amplias, tanto que podemos llamar a Antonio – según una conocida expresión de entonces, – “el padre de la vida monástica.”

También en Occidente su influencia fue grandísima, sobre todo gracias a la rápida difusión de la Vida, escrita por Atanasio poco después de la muerte de Antonio. Atanasio había conocido bien a Antonio en su juventud. La biografía que escribió debe ser considerada como un documento histórico de peso, si bien, obviamente, al escribirla, el autor ha usado procedimientos corrientes en la literatura de su tiempo, como el de poner en boca del protagonista largos discursos nunca pronunciados de esa forma y extensión, pero en los cuales se quiere recopilar, en una síntesis orgánica y vívida, las que fueron, efectivamente, las ideas más trascendentes del protagonista, por él expuestas – o, más simplemente, por él vividas – en las más variadas situaciones.

Se atribuyen a Antonio siete cartas escritas a los monjes, además de otras dirigidas a diversas personas. De la Vita Antonii escrita por Atanasio existe una óptima traducción italiana con un texto latino que la antecede, en las ediciones Mondadori/ Fundación Lorenzo Valla, 1974, a cargo de Christine Mohrmann. Se puede también ver una reciente traducción francesa de las Cartas de San Antonio en la colección Spiritualité Orientale N. 19, Abbaye de Bellefontaine.


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