Matilde Eugenia Pérez Tamayo
PRESENTACIÓN
La vida de todos los seres humanos, nace, crece, y llega a su madurez, en, por, y para el “encuentro”. El “encuentro” de los padres comunica la vida al hijo; el “encuentro” de los padres y los hijos, y de los hermanos entre sí, constituye la familia, principio y fundamento de la sociedad, y también de la Iglesia, que es la gran familia de Dios. El “encuentro” con las personas cercanas abre nuestra mente y nuestro corazón al mundo, da lugar a la amistad, y hace posible que la sociedad crezca y se desarrolle con vitalidad.
“Encontrarse” con otro implica situarse frente a él, cara a cara con él, para conocerlo, para amarlo y recibir su amor, para establecer con él una relación de amistad en la que cada uno comunica al otro, entrega al otro, lo que él mismo es; le participa su ser, su esencia, su intimidad.
Jesús es Dios que se encarna porque quiere “encontrarse” con nosotros, los seres humanos de todos los tiempos y todos los lugares; Dios que desea ponerse en nuestra situación para mirarnos de frente, desde nuestra misma condición, conocernos y dársenos a conocer, amarnos y enseñarnos a amar; amarnos y recibir nuestro amor, establecer con nosotros una relación de amistad íntima y profunda, comunicarnos lo que él es – su divinidad -, para hacer florecer nuestra humanidad.
Jesús es Dios que se “humaniza”, Dios que se nos da, Dios que se nos entrega, porque su deseo más grande es que lleguemos a ser como él es, a pensar como él piensa, a sentir como él siente, a amar como él ama, a actuar como él actúa, siempre con bondad, con justicia, con libertad, en la verdad; sintiéndonos hermanos los unos de los otros, porque nos reconocemos hijos de un mismo Padre.