Almas sedientas
Gerard J.M. van den Aardweg
INTRODUCCIÓN
EL PURGATORIO Y LO PARANORMAL
“Para aquellos quienes (al morir) se encuentren en condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del Purgatorio”.
Es así como el Papa Juan Pablo II explica porqué es necesario el Purgatorio, para que, continúa, seamos exhortados “a ser perfectos como el Padre celestial durante nuestra vida terrena… firmes e irreprensibles en presencia de Dios, nuestro Padre, a la venida de Nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos (1 Tes. 3:12)”.
Aquí, Juan Pablo reafirma la antigua sabiduría relacionada con la existencia de un “estado de purificación” después de la muerte. La purificación significa la expiación de los pecados y de sus efectos sobre el alma. No es un proceso sin dolor, automático, de “crecimiento” del alma, de alcanzar una “plenitud” completa mediante la adquisición de aún más conocimiento después de la muerte, como lo muestra la tranquilizadora teoría de algunos espiritualistas. No es una acumulación de aprendizajes, a través de una serie de “reencarnaciones”, hasta alcanzar algún punto de sabiduría perfecta, como puede verse en la fantasía de algunos discípulos de la nueva era occidental. Estos son intentos infantiles por suprimir la profunda conciencia del hombre de que la dimensión básica que determina su destino en el siguiente mundo no es el conocimiento, ni la experiencia, sino la pureza moral: el pecado y los rastros que deja sobre el alma, en comparación con la santidad.
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