Emma-Margarita R.A.-Valdés
INTRODUCCIÓN
Desde la eternidad,.
antes que los collados y los montes,
que las fuentes y el mar,
con la primera luz de la alborada,
Dios te elige doncella angelical.
Y tu nombre es María,
Señora excelsa, amada de Yahvé, mirra del agua, lumbre que ilumina.
¡Salve! llena de gracia,
de caridad y de sabiduría;
río de la esperanza;
fertilizas como el Pisón y el Tigris;
como el Jordán y el Éufrates rebalsas
los surcos de la mies;
como el Guijón y el Nilo, en la vendimia,
rocías los bancales con tu fe.
¡Salve! lirio de amor,
flor del naranjo, palma de Engadí,
rosal de Jericó,
olivo de la tierra prometida,
cedro del Líbano y ciprés de Hermón.
Biznaga de pureza,
ramillete de gálbano y de incienso,
aroma de la Altura que embelesa.
¡Salve! dulzura y paz
para el valle de lágrimas y barro.
Ancló en tu litoral
la prístina promesa, la palabra,
por ti la Maravilla salvará.
Estrella matutina,
cirio implorante, hogar del Creador, Sagrario, Vino y Pan de Eucaristía.
Virgen inmaculada,
alma de Dios, grial de la alegría,
en mi inquietud callada,
en mi tierra baldía,
has derramado mística ambrosía.
Mi mente atormentada
por trágico espinar, en agonía
por mi noche cerrada
al Sol del nuevo día,
halló en tu amor la célica armonía.
Cantó mi madrugada
al Niño que en tus brazos se dormía,
y a su Cruz abrazada
te sentí Madre mía
en la Voz que en tu carne se ofrecía.
En ti voy refugiada,
sigo los pasos de la profecía,
y a su mesa invitada
por tu creyente fiat,
gozo la Vida de la Eucaristía.