Antropología filosófica
José Ramón Ayllón
LOS SERES VIVOS Y SU EVOLUCIÓN
¡Quién, quién, naturaleza,
levantando tu gran cuerpo desnudo,
como las piedras, cuando niños,
se encontrara debajo
tu secreto pequeño e infinito!
JUAN RAMÓN JIMENEZ
Un Big Bang biológico
TODO EMPEZÓ con el Big Bang, hace 15.000 millones de años. Suponemos que explotó una condensación de energía de una pequeñez inimaginable: miles y miles y miles de millones de veces más pequeña que el núcleo de un átomo. Por tanto, creemos que toda la inmensidad del cosmos estuvo comprimida en un punto que, bajo la apariencia de la nada, de una chispa en el vacío, contenía una energía descomunal. Tres minutos más tarde, en el tiempo que tardamos en hacer un bocadillo, ya teníamos un universo con el 98% de toda la materia actual, con una anchura de 100.000 millones de años luz. Mucho más tarde apareció la Tierra, en el suburbio de una galaxia entre otras 140.000 millones de galaxias.
Al principio, la embestida constante de grandes meteoritos provocaría un enorme calor en su superficie. Uno de ellos, del tamaño de Marte, desprendió la masa de corteza terrestre que dio lugar a la Luna. Por fin, después de 1.000 millones de años la situación se apacigua poco a poco, los meteoritos son frenados por una atmósfera muy espesa, la actividad volcánica se reduce, la corteza terrestre se enfría… Y, entonces, en las sombrías aguas que recubren el planeta, surgen ínfimas y extrañas criaturas, nuestros antepasados más remotos: las bacterias. Esos primeros seres unicelulares y procariotas –células sin núcleo aparecen hace 4.000 millones de años y son el origen de la evolución, de la explosión de incontables formas de vida, de un auténtico Big Bang biológico.
Hoy tenemos catalogadas cerca de 2.000 millones de especies vivas, estimamos que hay 8.000 millones más, y suponemos que el 99% de las especies que han vivido en la Tierra han desaparecido sin dejar descendencia. Los casos más llamativos son las extinciones en masa de los trilobites, los dinosaurios y el mamut, hace 230 millones de años, 65 millones de años y 3.500 años respectivamente. ¿Se podría simplificar esa inmensa complejidad con una metáfora? Podemos imaginar a Leo Messi transformando una falta directa. Cuando golpea con su zurda, el balón se eleva sobre la barrera, llega a la portería, roza el larguero y se estrella contra la red. Del césped a la escuadra, esa parábola de 30 metros ha salido de una bota cargada de intención. Es muy probable que la trayectoria del universo, iniciada en el Big Bang, también sea el efecto de una patada cósmica, pletórica de fuerza y precisión; y que la evolución de las especies, su infatigable caminar desde la célula procariota hasta el ser humano, ya estuviera contenida en el inteligentísimo impulso biológico que recibió la primera bacteria
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