Ardientemente he deseado comer Esta Pascua con ustedes
Matilde Eugenia Pérez Tamayo
Introducción
Aunque vivió hace ya más de 2.000 años, Jesús no es un mero recuerdo en los anales de la historia, o en la mente de unos cuantos creyentes.
Jesús es – sigue siendo en este siglo XXI -, una persona real, viva y actuante en nuestro mundo y en nuestra historia humana; Dios hecho hombre, que supera el tiempo y el espacio, y está siempre presente en medio de nosotros y con nosotros.
Lo que le sucedió a Jesús hace ya tiempo: su dolorosa pasión y su muerte injusta y cruel, es un hecho cierto, comprobable por la historia. Un acontecimiento que marca nuestra vida y la vida de todos los hombres y mujeres del mundo, porque Jesús se encarnó, vivió, padeció, murió y resucitó por todos y para todos. Su vida y su muerte son nuestras. Su resurrección es nuestra; anuncio y preludio de nuestra propia resurrección.
Jesús resucitado vive con nosotros. Su vida, su pasión, su muerte y su glorificación, son acontecimientos que se hacen de nuevo presentes para nosotros, con todo su poder salvador, cuando hacemos memoria de ellos en las Celebraciones Litúrgicas de la Iglesia. Este es, precisamente, el sentido de la Semana Santa, que nos preparamos para vivir con fervor e intensidad.