Atreverse a decidir: Sin miedo ni complejos
Antonio Fuentes Mendiola
PRÓLOGO
Siempre me ha llamado la atención la dificultad que experimentan algunos a la hora de decidir. Dudan, titubean, sopesan los pros y los contras, y tras mucho cavilar acaban abandonando o dejando para otra ocasión decisiones como contraer matrimonio, preparar una oposición o responder a la vocación.
Es verdad que todos deseamos ser felices, pero son pocos los que están dispuestos a pagar el peaje de una decisión libre y responsable. El temor a decidir afecta tanto a jóvenes como a mayores, a gente sesuda y experimentada como a quienes están estrenando la vida. Pocos han sido educados para enfrentarse a decisiones sensatas y atrevidas, y menos aún para conjugar los dos elementos esenciales en toda decisión: la libertad y la responsabilidad. Decidir bien supone reflexionar sobre lo que se va a hacer, saber lo que se quiere y discernir las cosas previamente. Por olvidarlo, algunos terminan arrepintiéndose de las decisiones que alegremente tomaron.
Da gusto ver en cambio a esas personas que, a pesar de sus pocos años, actúan y deciden con el poso y la madurez de los mayores. Juega en esto un papel importante el ejemplo y la educación que recibieron de sus padres. De ellos aprendieron a pensar, a ser reflexivos, a contar con las experiencias. Por esto, al decidir, lo hacen de acuerdo con sus convicciones y su propia conciencia.
En el ambiente de hoy se percibe una cierta desorientación y desconfianza. De ahí que todos esperemos que emerja una generación de gente joven bien formada, honesta y valiente, decidida a convertirse en auténticos puntos de luz por su sinceridad y trasparencia. Cada persona es fruto de las decisiones que toma, aunque, como es natural, deba vencer el miedo al riesgo que toda decisión conlleva, y también el lógico temor al compromiso o a un posible fracaso. El éxito no depende de los talentos que se tengan ni de los títulos que se hayan obtenido. Es, ante todo, fruto del esfuerzo personal, del afán de superación y de atreverse a decidir en el momento oportuno.
El miedo, queramos o no, es nuestro compañero inseparable de viaje. Más que temerlo, se ha de asumir. Pues, aunque parezca paradójico, miedo y valentía van de ordinario de la mano. Nos lo recuerda uno de los personajes más famosos de Sudáfrica del siglo pasado: Nelson Mandela. Sufrió en su propia carne todo tipo de escarnios, persecuciones y desprecios, hasta terminar dando con sus huesos en la cárcel a consecuencia del color de su piel y de su lucha por la libertad y dignidad de las personas. Eran los tiempos del apartheid. Tras largos años de injusto e insufrible castigo, comprendió que «el hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo», de su libro Camino hacia la libertad. El miedo y la valentía marcaron la vida de este hombre tan singular. Pero no fue en balde. Sirvió para que años más tarde se reconociera su incansable labor en favor de la libertad y de la justicia.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Pero también hoy se nos pide a nosotros que venzamos el miedo y nos armemos de valentía a la hora de tomar una decisión. No es ya el apartheid el enemigo al que hemos de enfrentarnos, pero sí lo es la mediocridad y el conformismo. Los venceremos a condición de que luchemos con valentía, sin miedo ni complejos.
De todo ello hablaremos en este libro. Son sugerencias basadas en experiencias personales, que solo pretenden ayudar a quienes sienten miedo a la hora de tomar sus decisiones. Aunque el libro lo he escrito pensando en cualquier tipo de personas, he tenido especialmente presente a los jóvenes, y también a aquellos que, a pesar de sus años, tienen un corazón joven, abierto a grandes aventuras.
Antonio Fuentes
Molinoviejo, 16 julio 2018
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