Andrés Codesal Martín
EL MANDAMIENTO DEL AMOR
Un día un doctor de la ley, se acercó a-Jesús y le dijo: «Maestro: ¿cuál es el mayor mandamiento de la ley?» Respondió Jesús: «Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazoñ, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el mayor y el primero de los mandamientos. El segundo es semejante y es: “«Amarás a tu prójimo como a ti mismo. ” No hay otro mandamiento mayor, y en estos dos mandamientos se halla resumida toda la Ley y los Profetas» (Mt. 22; Me. 12; Le. 10).
¿Por qué nos mandará Dios que le amemos? Nadie tiene interés en ser amado de alguien a no ser que él también le ame. Cuando uno está enamorado desea con ansia el ser correspondido. A nadie le importa el amor de los desconocidos. Si Dios nos manda tan encarecidamente que le amemos, es porque El nos debe tener un amor muy grande.
Dios quiere que le amemos, con todo nuestro ser, y más que a todas las cosas; pero también quiere que amemos al prójimo, porque todos somos hijos suyos y por todos murió Cristo en la cruz.
Si amamos a Dios no podemos mirar con indiferencia las almas por las que El tanto sufrió.
Dios es un Padre que tiene muchos hijos, que viven cerca de ti y están muy necesitados: El demonio, el mundo y la carne quieren perderlos, son innumerables los peligros que les acechan. Algunos ya han sucumbido, otros están en peligro de sucumbir; muchos de ellos ni siquiera se dan cuenta del peligro en que viven… Pero tú, que has sido favorecido con una luz especial y comprendes el peligro de sus almas, ¿qué vas a hacer para ayudarlas? ¿No las ayudarás? ¿Cómo podrás decir a Dios que le amas si miras con indiferencia y no te importan las almas por las que El murió en la cruz?
Considera a Cristo en la cruz, colgado de tres clavos, soportando los más terribles tormentos para salvar esas almas que tú estás viendo marchar alegres y despreocupadas por los anchos caminos que conducen a la perdición… ¿Has pensado si estaría en tu mano hacer alguna cosa que pudiera detener alguna y volverla al camino que conduce a Dios? ¡Ay de ti si alguna de ellas se condenase por tu negligencia y descuido.