Padre Angel Peña Benito
INTRODUCCIÓN
La vida de la beata Ana Catalina Emmerick es una historia maravillosa que parece ser de otro mundo. Pero lo que vamos a referir en las siguientes páginas no es un cuento de hadas, sino una hermosa realidad que tuvo lugar en Alemania entre los años 1774-1824.
Su vida está llena de sufrimientos. Tuvo las llagas de Cristo y sufrió como víctima por la salvación de los demás y por las almas del purgatorio. Ella sentía la vocación de reparar ante Dios las ofensas de todos los hombres y asumía muchas veces los sufrimientos que otras personas debían soportar por sus enfermedades o pecados.
Tuvo dones extraordinarios como el de la hierognosis para poder reconocer con toda claridad las cosas benditas de las que no lo son. Distinguía las reliquias verdaderas de las falsas y veía detalladamente la vida de los santos a los que pertenecían. En este don sobresale de manera única y excepcional sobre otros santos.
También tuvo muchas visiones sobrenaturales sobre la vida de Cristo y de María. Durante tres años continuos no se alimentó más que de la comunión diaria. Y, durante muchos años, apenas comía unas cucharadas de caldo y un poco de agua, a pesar de estar sangrando frecuentemente de las llagas; lo que hace que su vida fuera un verdadero milagro permanente. Su don de bilocación fue en ella muy frecuente, yendo en espíritu a todas partes del mundo.
Todo ello nos lleva a reconocer en ella un testimonio viviente de la fe católica y cómo nuestra fe es verdadera hasta en los últimos detalles propuestos por la Iglesia. Podemos decir que su vida fue una historia de fe católica, vivida en plenitud.