Beato Pablo VI. Un gran Papa largamente incomprendido
Pablo VI
por quienes mejor lo conocieron
Prólogo algo diferente…
¡de otros prólogos!
Es lo convencional y más frecuente que los libros empiecen con un prólogo. También con un prólogo, en la intención más adecuado y convincente, quiere empezar este, convencidos de escasa inadecuación quienes lo firmamos.
Sobre Pablo VI se han publicado buenos libros, escritos con las mejores intenciones por autores que muy bien lo conocieron, expresando juicios movidos por sinceros objetivos.
Este es, conscientemente, un libro sin grandes pretensiones. Sabemos, quienes lo firmamos, de nuestra insuficiente adecuación con respecto a tan gran Papa: por su generosidad paterna, por su humildad, por su cultura, por su santidad.
Que le hubiéramos antepuesto un prólogo brotado de nuestras plumas y de nuestra reconocida insuficiencia profesional sería multiplicar la notable escasez que somos conscientes de que es un defecto original –¡en contra de nuestras intenciones!– que lo caracteriza.
Por eso, a la hora de ponerlo a disposición de quienes tengan la buena voluntad de leerlo, atraídos sin duda por la excepcional personalidad de su Protagonista y pese a la escasa competencia de quienes lo firmamos, hemos cedido a la media inspiración de anteponerle un prólogo que dignifique su apariencia y presentación.
Un prólogo con varias aportaciones y firmas. De alguna suerte, las mejores con las que hemos tropezado, ya fallecidos buena parte de quienes las manejaron. A todos, vivos o ya muertos, profesamos nuestra íntima gratitud y admiración. Una admiración y gratitud que a la mayoría los alcanza, como sufragio, de la Otra Parte de este mundo.
Estamos bien convencidos de que uno de los muchos méritos por ellos contraídos no dejó de ser lo que, convencidos, vertieron en honor de un Sumo Pontífice al que, antes y mejor que nosotros, conocieron y admiraron por sus grandes méritos.
Por razones obvias, no pretendemos que sea un prólogo exhaustivo. Fueron muchos otros los que, en vida de Juan Bautista Montini/Pablo VI y también inmediatamente después, emplearon sus talentos para testimoniar sobre sus actividades y sobre sus más que ejemplares –¡santas!– benemerencias…
Somos conscientes –¡vaya que sí!– de que, de aquellos de quienes aquí incorporamos «trozos» seleccionados, habría mucho más, acaso todavía más válido y merecedor de haberse incorporado. Pero también hay algo de lo que nos declaramos convencidos: de que los testimonios aquí recogidos son y serán para todos convincentes y válidos. A unos y a otros –¡a todos!– les adelantamos –¡y a Dios y al Beato Pablo VI en primer lugar, pero también a Su Santidad el gran buen Papa Francisco!– la expresión de nuestra íntima y muy sincera gratitud.
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