Juan Antonio González Lobato
INTRODUCCIÓN
COMENCÉ a escribir estas páginas con una intención concreta: Ayudar a conocer la vida de Cristo, a amarlo más y más, a estar más cerca de Él cada día, a sentirnos actores en su paso por la Tierra.
Las he escrito despacio, con grandes intervalos.
Así deseo que sean leídas.
Éste es mi propósito.
Te ofrezco frecuentes espacios vacíos, entre líneas, como insinuaciones, para que los llenes con tu meditación.
He querido borrar los veinte siglos que nos separan de aquellos días en los que Jesús pisaba los caminos galileos, meterme entre las filas de los que le apretaban, escuchar su voz, contemplar sus gestos y ademanes…
A veces, en este intento, Jesús y los que le seguimos atravesamos las ciudades nuevas, viajamos por modernísimas autopistas, trabajamos en granjas o industrias, y utilizamos los últimos medios que la técnica pone a nuestra disposición.
Es Él, el Señor de la Historia y el Señor de siempre: su figura y su palabra taladran inmutables los siglos.
Por eso, en la columna de sus discípulos, vemos, en el mismo instante, camelleros, soldados, pescadores y campesinos de la época apostólica, que marchan entre físicos, biólogos, economistas, cibernéticos y astronautas.