Caminando por Roma
Paloma Gómez Borrero
Prólogo
Nostradamus, que en muchas de sus profecías se reveló como un gran adivino, a Dios gracias se equivocó al predecir el fin del mundo para el 11 de agosto de 1999. Es posible, en cambio, que tenga razón la leyenda que corre desde la Edad Media, que asegura que tan fatídica fecha la anunciará la lechuza que identificaban en la crin del caballo de la estatua ecuestre de Marco Aurelio. El monumento, en el que se han inspirado a lo largo de los siglos grandes pintores y escultores, se volverá de oro y el ave nocturna cantará anunciando la desaparición de Roma, y siendo Roma caput mundi habrá llegado la última hora del universo.
De momento, una cosa es cierta; con la colaboración de los restauradores, la estatua está completamente dorada. Por suerte, sólo es la copia, ya que el original de bronce lo han guardado en un museo. Es verdad, en cualquier caso, que si la hipotética lechuza entonara el réquiem por la Ciudad Eterna, no se podría oír. Su canto lo cubrirían los infernales ruidos de las setecientas obras, la mayor parte sin terminar, emprendidas por el ayuntamiento en ocasión del Jubileo del tercer milenio.
Igual que muchas mujeres atractivas y hermosas, que se acicalan al saberse admiradas, Roma la bella se ha preparado para la cita del siglo y del milenio retocándose, rehaciéndose el maquillaje incluso en los rincones más escondidos. Las guías de Roma son innumerables; este libro no pretende ser una de ellas: tan sólo tiene la intención de ayudar al peregrino o al visitante a descubrir una Roma «menor». En él, está reflejada la «Caminata de las siete iglesias», institucionalizada por San Felipe Neri para alejar a los romanos de la corrupción del Carnaval. Se trataba entonces de un camino penitencial, con una parada profana en Villa Celimontana, donde se reponían fuerzas con una buena merienda.
La iniciativa de San Felipe Neri fue acogida con entusiasmo y fervor, hasta el punto de que existe incluso una calle de las Siete Iglesias. En realidad las basílicas jubilares son ocho. Las cuatro mayores: San Pedro del Vaticano, Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros; las tres menores: Santa Cruz en Jerusalén, San Lorenzo Extramuros y San Sebastián; y la basílica suplente, Santa María en el Trastevere, que más de una vez en el transcurso de los siglos sustituyó a San Pablo, cerrada por epidemias, inundaciones y terremotos. O sea, dicho en italiano: San Pietro in Vaticano, Santa Maria Maggiore, San Giovanni in Laterano, San Paolo Fuori le Mura, Santa Croce in Gerusalemme, San Lorenzo Fuori le Mura, San Sebastiano y Santa Maria in Trastevere.
Partiendo de estas visitas a las basílicas, este libro sirve para orientar a los viajeros, o para hacer que se pierdan por lugares insólitos. Para descubrir la Roma secreta, cargada de historia, señorial y pueblerina. La Roma mística e inaccesible, en perenne equilibrio entre el universo y la provincia. Para gustar hasta el color, que forma parte indisoluble de ella: el rosa de las piedras de travertino, acariciadas por el agua de las fuentes, o el de los mármoles de los palacios al reflejarse el sol. El rosa que se vuelve gris en los días de lluvia y se entinta de rojo en las horas mágicas del ocaso y del alba. Porque, como escribió Stendhal, otro de los enamorados de Roma, en esta ciudad «… es necesario perderse, vagabundear por sus calles para conocerla, para amar sus virtudes, sus defectos y sus vicios».
Es sobre todo un libro hecho con mucho amor por esta ciudad indolente, indisciplinada, caótica, pero en la que cada piedra, encada esquina, habla a quienes quieren escuchar. Son cinco «itinerarios», cinco pasos que se alejan a menudo del clásico tour, desempolvando el paso del tiempo, abriendo patios, templos, o palacios semiocultos para conocer mejor la Ciudad Eterna y, conociéndola bien, amarla apasionada y profundamente.
Como el siglo XXI lo marcará el gran Jubileo que empieza la noche del 24 de diciembre y concluirá en enero del 2001, hay una introducción con historia, anécdotas o curiosidades, de los años santos. Desde el primero en 1300 hasta el actual, que conmemora los dos mil años del nacimiento de Cristo. Un año jubilar repleto de actos, ceremonias y acontecimientos religiosos, culturales y artísticos que también les incluyo para que el lector no tenga más afán que el de decidirse a elegir. Aspira a ser un libro-guía para hoy, mañana y siempre; porque a Roma nunca se le dice «Adiós», sino… Arrivederci!
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!