Juana Inés de la Cruz
PRESENTACIÓN
“Muy Ilustre Señora, mi Señora…” Con tales palabras sor Juana Inés de la Cruz dirige una carta: se trata de la Carta a sor Filotea de la Cruz (también conocida como Respuesta a sor Filotea de la Cruz), a la que pone punto final el primero de marzo de 1691 en el Convento de San Jerónimo de la ciudad de México, donde se encuentra desde hace casi 23 años. Rodeada del “sosegado silencio” de los libros –sus maestros– que cubren las paredes de su celda y de una invaluable colección de objetos curiosos de su propiedad, en los últimos días, semanas tal vez, sor Juana ha estado preparando esta carta, que comienza así: “No mi voluntad, mi poca salud y mi justo temor han suspendido tantos días mi respuesta”. Sor Juana se cura en salud de no haber respondido de inmediato porque, como sabemos, la carta ajena a la que ahora responde contesta a su vez otra, la que se dio a conocer con el título de Carta atenagórica, que ella escribió –con “demasiada prisa” dice– sólo por obedecer el mandato de quien, se supone, sería el único lector.
Por la relación que tiene con otras cartas, por su destinatario y contenido, la de ese jueves primero de marzo es un documento especialmente particular; pasará a la historia con el nombre de Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz, pues es la respuesta a la del 25 de noviembre de 1690 que le escribió sor Filotea en el Convento de la Santísima Trinidad de la ciudad de Puebla. Pero la carta de la monja trinitaria no ha sido remitida personalmente a la monja jerónima; ha pasado por los talleres de la prensa, ha salido de allí impresa y acompaña además al texto –también impreso– que sor Juana había escrito sólo por obediencia –lo dice varias veces– y enviado con carácter exclusivamente privado a un “Muy Señor mío” a quien iba dirigido.