Cardenal Francisco Xavier Nguyen van Thuan
Prefacio
Queridos jóvenes:
Contemplar un hermoso panorama, las colinas y el mar azul con olas blancas, me hace pensar en Jesús en medio de la multitud. Mirándoles a ustedes a la cara, con los ojos de Jesús, les digo con todo mi corazón: «¡Jóvenes, los amo! ¡Los amo!».
Quiero inspirarme en el Evangelio de san Juan, capítulo 6, para hablarles hoy. Pónganse de pie, escuchen la palabra de Jesús:
«Al ver Jesús que mucha gente acudía a Él, dijo a Felipe: ¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer a todos éstos? Dijo esto para ver su reacción, pues Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: con doscientos denarios no compraríamos bastante para que cada uno tomara un poco. Entonces intervino otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, diciendo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente? Jesús mandó que se sentaran todos pues había mucha hierba en aquel lugar. Eran unos cinco mil hombres. Luego tornó los panes, y después de haber dado gracias a Dios, los distribuyo entre todos. Hizo los mismo con los peces y les dio todo lo que quisieron» (Jn 6, 5-11).
En el camino hacia el Jubileo del 2000, buscamos quién es Jesús, por qué lo amamos, cómo dejarnos amar por Jesús, hasta seguirlo en el radicalismo de nuestras decisiones, sin pensar en lo largo del recorrido, en el cansancio de la marcha bajo el sol del verano, ni en la lejanía de todo alivio.
El Santo Padre escribió: «En comunicación con todo el pueblo de Dios que camina hacia el Jubileo del año 2000, quiero invitaros este año a fijar la mirada en Jesús, Maestro y Señor de nuestra vida, mediante las palabras contenidas en el Evangelio de Juan: «Maestro, dónde vives?». «Vengan y lo verán» (Jn 1, 38-39); (Mensaje para la XII Jornada Mundial de la juventud, 1997).
Como joven, sacerdote, obispo, ya he recorrido parte del camino, a veces con gozo, a veces en el sufrimiento, en la cárcel, pero siempre llevando en el corazón una esperanza rebosante.