Consagración a San José
Donald H. Calloway
INTRODUCCIÓN
No lo comprendí suficientemente [a San José], pero eso cambiará.
— San Juan de la Cruz
En el siglo XVI, San Juan de la Cruz, uno de los más grandes místicos de la Iglesia, reconoció con humildad que carecía de una adecuada comprensión de la grandeza de San José. Inspirado por el gran amor que su amiga, Santa Teresa de Ávila, tenía por San José, San Juan de la Cruz tomó la firme resolución de llegar a conocerlo y amarlo más.
¿Y qué hay de ti? ¿Conoces a San José? ¿Crees que comprendes su grandeza y el amor que te tiene? Pues bien, ¡prepárate! ¡La Consagración a San José te revelará sus maravillas como nunca antes!
¡Ahora es el tiempo de San José!
Admito que es una afirmación atrevida. Sin embargo, creo verdaderamente que, en nuestro tiempo, Nuestro Señor quiere dirigir de una manera más intensa nuestros corazones, familias, parroquias, diócesis y a toda la Iglesia hacia San José. Esta acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia ha venido cobrando impulso desde hace mucho tiempo.
Pero no me interpretes mal: San José siempre ha guardado un lugar especial en el corazón de los cristianos. A lo largo de los siglos, santos, papas, místicos, académicos y laicos por igual han alabado y exaltado la grandeza de San José. En el siglo XVI, el Espíritu Santo utilizó a Santa Teresa de Ávila para suscitar en la Iglesia una mayor conciencia de San José. Incluso antes de Santa Teresa, santos como San Bernardo de Claraval, San Bernardino de Siena y San Lorenzo de Brindisi, enfatizaron con ahínco la grandeza de San José.
En tiempos más recientes, el Beato Guillermo José Chaminade, San Pedro Julián Eymard, la Beata Petra de San José, y San Andrés Bessette, han mantenido en alto la devoción a San José en la vida de los fieles del Pueblo de Dios. Ciertamente, San Andrés Bessette inició la construcción de la que se ha convertido en la iglesia más grande dedicada a San José: el Oratorio de San José en Montreal, Canadá. San José Manyanet, un sacerdote español del siglo XIX, promovió fervientemente la devoción a San José y a la Sagrada Familia. Profetizó que pronto llegaría a la vida de la Iglesia un “tiempo de San José”. Escribió:
Creo que el verdadero tiempo de san José no ha llegado todavía: después de dos mil años empezamos solo ahora a entrever algo del misterio en el cual está inmerso.
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