Cuentos completos de La Comedia Humana
Honoré de Balzac
INTRODUCCIÓN
Es en 1830 cuando Balzac reúne en dos volúmenes seis novelas bajo el título genérico de Escenas de la vida privada. No era, desde luego, todo lo publicado por el novelista hasta entonces, sino una parte que tenía, en su opinión, un fondo común por más dispares que pudieran ser sus tramas. Cuatro años después, bajo el título general de Estudios de costumbres, se recogían esas escenas que, en el nuevo conjunto, se limitan a ser un apartado más al lado de otras: Escenas de la vida de provincias, de la vida parisiense, de la vida política, de la vida militar y de la vida campesina. En 1835, se le suma otro título global más: los Estudios filosóficos, que añade a nuevos textos algunos ya publicados en esas secciones citadas, porque a la casilla bautizada con el adjetivo de «filosóficos» pueden adscribirse títulos que, además de pertenecer por su trama a ambientes concretos –parisiense, provincianos, etcétera–, encierran un fondo de ideas sobre personajes y una visión del mundo que Balzac quiere exponer o demostrar, con intervenciones de lo fantástico, de lo misterioso, del vitalismo de la voluntad o del pensamiento que reaccionan sobre los órganos físicos del cuerpo.
En la década de 1830, a partir de ese agrupamiento de narraciones, va surgiendo en Balzac la idea de su obra como un todo, dividido por las distintas secciones ya apuntadas; piensa primero en un titulo, Estudios sociales, que subraya la intención básica del novelista: abrir con un escalpelo la sociedad para analizar las causas profundas de sus movimientos, la creación de los caracteres, las ambiciones de toda suerte de personajes, desde políticos a campesinos… En 1841, esa idea se perfila para terminar, todavía más, definiéndose por completo: recogerá toda su obra hasta la fecha, más la que escriba en el futuro, bajo el título general de La Comedia humana. Ha sido comparada, por la amplitud, con una catedral, que tiene sus naves, principal y laterales, su transepto, sus cruceros, su girola, su ábside y sus capillas, que van pegadas al muro exterior desde la entrada y, dando la vuelta al ábside, retornan por el otro lado hasta la puerta principal.
Seguro de lo que pretende, hacer de toda su obra un cuerpo único, Balzac se impone la tarea de revisar todos sus textos anteriores para hacerlos partícipes de ese conjunto catedralicio. Las revisiones de los textos anteriores no se limitan a un cambio de nombres para que se integren en una acción totalizadora, aunque en algún caso menor se limite a eso, sino que endereza las tramas y sus protagonistas hacia ese fin: personajes que hemos visto en la madurez, son dotados ahora, a partir de narraciones anteriores, de un pasado, en intrigas de juventud que denotan, bien la persistencia de sus caracteres o de sus andanzas, bien los cambios a que el choque con los turbulentos hechos históricos ha producido en ellos.
En estos Cuentos completos de La Comedia humana recojo las «capillas» laterales, relatos y narraciones que, creados en su mayoría antes de 1841, quedaron más exentos; en algunos, ni siquiera aparece un solo nombre capital de La Comedia humana; en otros, Balzac se limita a convertir personajes con un peso específico en el conjunto en figuras menores o de acompañamiento: por ejemplo, la marquesa Béatrix de Rochefide, a la que dedicará toda una novela titulada con su nombre, es una mera interlocutora del narrador en «Sarrasine»; solo la condesa de Beauséant, que tan importante papel desempeña en Papá Goriot, y a la que se cita de refilón en «Un episodio bajo el Terror», se vuelve ahora protagonista de un relato, «La mujer abandonada». Con toda evidencia, y como toda decisión antológica, es discutible; han quedado fuera, además, nouvelles que parecen traspasar por su longitud los límites de términos tan indefinidos en ese terreno como cuento o relato.
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