Descubrir la grandeza de la vida
Alfonso López Quintás
Prólogo
Esta breve obra quiere invitar al lector a una experiencia gratificante: descubrir por propia cuenta las doce fases de nuestro desarrollo personal. Este descubrimiento irá suscitando en él una serie de transfiguraciones, que lo llevarán a una alta cota de madurez ética. La formación ética no implica sólo la adquisición de una trama de conocimientos bien articulados; supone la puesta en forma de nuestras mejores posibilidades creativas. A través de una larga experiencia he llegado a ver con toda lucidez que la vía óptima para formarnos y formar a otros no consiste tanto en trasmitir contenidos cuanto en ayudar a descubrirlos. El que descubre algo valioso por su cuenta -aunque sea con ayuda externa- queda interiormente persuadido de su valor y bien dispuesto para asumirlo en su vida y comunicarlo a otros de forma convincente. Esta clave de orientación pedagógica se muestra sobremanera fecunda cuando queremos vislumbrar la grandeza que podemos adquirir si somos fieles a nuestra vocación más íntima.
Para verlo de modo experiencial vamos a recorrer, una a una, las doce fases de nuestro desarrollo personal. Con ello logramos dos metas vinculadas entre sí: aprender a pensar con rigor y vivir creativamente. Al hacerlo, descubrimos los distintos niveles en que podemos vivir: los positivos y los negativos. Nos impresionará entonces ver, como en una especie de mapa, nuestra situación en la vida: nuestra forma de conocer y tratar las realidades del entorno -que nos ofrecen toda suerte de posibilidades-, nuestra sensibilidad para los grandes valores y la hondura de nuestra mirada, que puede quedarse prendida en lo superficial o bien penetrar hasta las honduras donde se decide el sentido de nuestra existencia.
Esta primera incursión en nuestro proceso de crecimiento se clarifica y amplía al captar el mensaje humanístico de las obras literarias y cinematográficas de calidad. Tal experiencia nos permite prever a dónde nos llevan las distintas formas de conducta y prevenir las consecuencias destructivas de algunas muy seductoras. Este poder de discernimiento es decisivo para configurar las diversas formas de vida comunitaria: la familia, la empresa, el centro formativo… Lo constataremos en los capítulos dedicados al incremento de nuestra vida profesional -en concreto, la empresarial-, al cultivo de la vida amorosa, a la conversión de los profesores en auténticos for-madores…
El lector podrá advertir bien pronto que, con un estilo claro y directo, este libro se propone conseguir logros muy importantes para nuestra vida y nuestro entorno. Y lo consigue con creces, pues nuestros espacios interiores se amplían de forma sorprendente cuando entramos en juego con realidades que nos otorgan múltiples posibilidades creativas. Este horizonte de creatividad que se nos abre eleva nuestra autoestima y acrecienta nuestras previsiones de una vida altamente cualificada.
No dedicaremos tiempo a lamentar las precariedad de la formación actual, los riesgos que entraña el clima cultural en el que crecen nuestros niños y jóvenes, las deficiencias de todo orden que muestra nuestra sociedad. Nos entregaremos, sin vacilación alguna, a la tarea ilusionante de descubrir las posibilidades que tenemos de crear formas elevadas de encuentro y hacer surgir, con ello, ámbitos de auténtica cultura, que constituyen nuestro “elemento vital”, el lugar por excelencia de nuestro crecimiento como personas.
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