José Luis Illanes
ABANDONO
1. Confianza plena en Dios. 2. Abandono en su Voluntad aceptándola por entero. 3. Abandono y medios humanos.
En las enseñanzas de san Josemaría el abandono proviene de la seguridad de que Dios es un Padre que nos ama y lo puede todo (cfr. ECP, 128). Supone, de una parte, reconocer la sabiduría y el poder de Dios, y, respecto a nosotros, tener conciencia de nuestra nada y nuestras miserias (cfr. URBANO, 1994, p. 389). Por tanto, por grandes que sean las propias limitaciones, y justamente porque se tienen, el cristiano debe abandonarse en Dios y confiar en Él: “Espéralo todo de Jesús: tú no tienes nada, no vales nada, no puedes nada. -Él obrará, si en Él te abandonas” (C, 731).
1. Confianza plena en Dios
Como toda la Tradición cristiana, san Josemaría une el abandono a la humildad: “Le decías: “No te fíes de mí… Yo sí que me fío de ti, Jesús… Me abandono en tus brazos: allí dejo lo que tengo, ¡mis miserias!” -Y me parece buena oración” (C, 113). Y lo relaciona con la filiación divina y la vida de infancia. Es el abandono y la confianza del niño que considera que su Padre es la mayor defensa y seguridad ante cualquier peligro. San Josemaría, maestro de la infancia espiritual, dirá que la oración sencilla y confiada es “demostración evidente de confiado abandono” (AD, 296).
Confianza y convicción de que Dios Padre coloca a cada uno donde le conviene: “A lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad. Mi oración, ante cualquier circunstancia, ha sido la misma, con tonos diferentes. Le he dicho: Señor, Tú me has puesto aquí; Tú me has confiado eso o aquello, y yo confío en Ti. Sé que eres mi Padre, y he visto siempre que los pequeños están absolutamente seguros de sus padres. Mi experiencia sacerdotal me ha confirmado que este abandono en las manos de Dios empuja a las almas a adquirir una fuerte, honda y serena piedad, que impulsa a trabajar constantemente con rectitud de intención” (AD, 143).
2. Abandono en su Voluntad aceptándola por entero
En los escritos de san Josemaría, se muestra con claridad que el abandono exige fortaleza, reciedumbre, humildad; no es un mero dejarse llevar, actitud pasiva, sino que como se lee en la cita anterior, empuja a adquirir una fuerte, honda y serena piedad, y exige “rendir la inteligencia y el corazón” (Artículos del Postulador, 425).
El abandono conduce a aceptar y cumplir la Voluntad de Dios. Hay dos jaculatorias muy repetidas por san Josemaría, que reflejan esta actitud, en especial cuando ese abandono se hace particularmente difícil. De la primera da testimonio un punto de Camino: “¿Estás sufriendo una gran tribulación? -¿Tienes contradicciones? Di, muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril: “Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. -Amén. -Amén.” Yo te aseguro que alcanzarás la paz” (C, 691). El uso de esta oración está atestiguado desde 1928. El propio autor explicó en alguna ocasión el lugar que ocupaba en su vida interior: “me da gozo y paz la recitación del «hágase» o «fíat», esa jaculatoria solidísima que nos hace identificarnos con la Voluntad de Dios”; y hay diversos textos en los que se manifiesta cómo acudía a su recitación para aceptar las penas: “¿Penas?, ¿contradicciones por aquel suceso o el otro?… ¿No ves que lo quiere tu Padre- Dios…, y Él es bueno…, y Él te ama -¡a ti solo!- más que todas las madres juntas del mundo pueden amar a sus hijos?” (F, 929).