Juan Eusebio Nieremberg
Introducción
El tiempo es limitado, la eternidad no tendrá fin. ¡Tremenda verdad que jamás podremos comprender plenamente!
En el libro profético del Apocalipsis, cap. 10, 1-7 se nos anuncia el fin de los tiempos: « Vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube; tenía sobre su cabeza el arco iris, y su rostro brillaba como el sol, y sus pies, como columnas de fuego, y en sus manos tenía un libro abierto. Y poniendo un pie sobre el mar y el otro sobre la tierra gritó con poderosa voz como león rugiente… »
Entonces, el ángel que estaba sobre el mar y sobre la tierra levantó al cielo su mano derecha, y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto hay en ella, el mar y todo cuanto él contiene, «QUE YA NO HABRA MAS TIEMPO».
En aquel momento acabará el tiempo y seguirá la eternidad, infinita porque nunca tendrá fin. «Gran pensamiento» llamaba San Agustín al pensamiento de la eternidad, que puede convertir en santos a los más grandes pecadores.
Y San Juan de Ávila afirmaba que «el que cree en la eternidad y no se hace santo merecería que lo encerrasen en una casa de locos». ¡Gran disparate es el de los que prefieren los goces caducos del tiempo al goce sin fin de la eternidad! Este libro servirá para que sepamos apreciar los unos y menospreciar los otros. ¡Ojalá acertemos en la elección!