Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
PRESENTACIÓN
El camino de la catequesis de estas últimas décadas ha estado marcado por la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae. Este texto representa no sólo el recorrido hecho a partir de la renovación iniciada por el Concilio Vaticano II, sino que constituye también la síntesis aportada por los numerosos obispos del mundo reunidos en el Sínodo de 1977. Usando las palabras de aquel documento, la catequesis «persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo. Una tarea ardua que no permite especificar con demasiada rigidez las diferentes fases que implica el proceso catequético. De todas formas, el objetivo, aun siendo difícil permanece inalterado, sobre todo en el contexto cultural de estas décadas. La catequesis, citando lo que escribía San Juan Pablo II, busca «desarrollar, con la ayuda de Dios, una fe aún inicial, promover en plenitud y alimentar diariamente la vida cristiana de los fieles de todas las edades. Se trata en efecto de hacer crecer, a nivel de conocimiento y de vida, el germen de la fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio y transmitido eficazmente a través del bautismo». De este modo, la catequesis permanece integrada en la sólida tradición que ha caracterizado la historia del cristianismo desde sus orígenes. Ella persiste como una peculiar actividad formativa de la Iglesia que, respetando las distintas fases de edad de los creyentes, se esfuerza por mantener siempre actual el Evangelio de Jesucristo para que sea el soporte de un testimonio coherente.
Este Directorio para la catequesis se ubica en una dinámica de continuidad con los dos anteriores. El 18 de marzo de 1971 San Pablo VI aprobó el Directorio catequístico general redactado por la Congregación para el Clero. Dicho Directorio se caracterizó por dar una primera sistematización a las enseñanzas surgidas del Vaticano II (Cf. CD 44). No se puede olvidar que San Pablo VI consideraba toda la enseñanza conciliar como «el gran catecismo de los tiempos modernos». Así pues, en el Decreto Chrístus Domínus se ofrecían indicaciones puntuales y de largo alcance sobre la catequesis. Los Padres conciliares decían: Los obispos «Expliquen la doctrina cristiana con métodos acomodados a las necesidades de los tiempos, es decir, que respondan a las dificultades y problemas que más preocupan y angustian a los hombres […] Esfuércense en aprovechar la variedad de medios que hay en estos tiempos para anunciar la doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la formación catequética, que ocupa siempre el primer lugar […] Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso a los adultos la instrucción catequética, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres y que se enseñe con el orden debido y método conveniente, no sólo con respecto a la materia que se explica, sino también a la índole, facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la Sagrada Escritura, Tradición, Liturgia, Magisterio y vida de la Iglesia. Procuren, además, que los catequistas se preparen debidamente para la enseñanza, de suerte que conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas. Esfuércense también en restablecer o mejorar la instrucción de los catecúmenos adultos» (CD 13-14).