Doce parábolas cimarronas
Leonardo Castellani
INTRODUCCIÓN
Hemos desglosado estas doce parábolas en diálogo de nuestro libro Las Parábolas de Cristo, por aconsejarlo la conveniencia editorial —y también literaria. En ese libro están tratadas moralexegéticamente las demás de las ciento veinte parábolas de Cristo; y en nuestro libro El Evangelio de Jesucristo están tratadas moralexegéticamente estas doce; que no era el caso de «refritar», como dicen.
Esta idea de tratar humorísticamente las parábolas de Cristo (que Dios haga no aparezca irreverente) nos fue inspirada por nuestro «olim» profesor de literatura R. P. Juan Marzal S. J. Estos diálogos se ciñen estrictamente al Evangelio (a diferencia de otros más libres compuestos por el dicho profesor y poeta) sumergido en el medio palestino evangélico, tal como nos es dado conocerlo por los trabajos de técnicos y eruditos. Hemos hecho hablar a nuestros personajes un poco en criollo, porque naturalmente no podemos hacerlos hablar en arameo; y los «ethos» de las clases campesinas son más o menos parecidos o equivalentes en todo el mundo y todos los tiempos. Los pastores, pescadores, y los labriegos hebreos de entonces se parecen no poco a nuestros gauchos (san Pedro era gauchazo) con menos altivez y peleonería, y mucho más conocimiento de la religión.
«Explicar en abstracto no es creación; dar forma plástica es creación» —dice nuestro amigo Rafael Squirru. Pero no hay verdadera creación si no se conoce primero la explicación en abstracto. De ahí la poca solidez o importancia de la literatura argentina —de la cual están haciendo ahora otra historia en ocho o diez volúmenes, más palabrera y farraguienta por tanto que la de Ricardo Rojas; la cual es una especie de gran «cementerio de frustraciones». Muchísimos escritores y artistas argentinos se frustran, simplemente porque sabemos poco. O nada. El hábitus artístico se mueve en el vacío y el molino muele paja. «La poesía argentina no tiene mensaje…» —decía Vintila Horia. Bueno, ojalá que Dios lo remedie (que no lo podrá si no se remedia la Enseñanza); y entretanto, ojalá que nosotros lo comprendamos, y no sigamos haciendo papelones con nuestra famosa «cultura».
Dijo ya, para todos los siglos, el viejo Horacio:
«Scribendi recte, sapere est et principium et fons.
Rem tibi Socraticae poterunt ostendere chartae…».
Horacio, Ars poética, 309-311.
L. C.
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