Dos Papas que cambiaron nuestro tiempo, Juan XXIII y Juan Pablo II
P. Jürgen Daum
Introducción
La historia del pontificado es realmente apasionante. Desde que el Señor Jesús le dijera a Simón: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18) hasta nuestros días, han sido muchos los Pontífices que han vivido gastándose y desgastándose silenciosamente al servicio de la Iglesia y de la humanidad, buscando cumplir de la mejor manera posible el encargo recibido de Cristo mismo: «Apacienta mis ovejas» (ver Jn 21,15-17).
En esta larga lista de Sucesores de San Pedro resaltan, no sólo por su cercanía en el tiempo sino por su vida ejemplar, dos: Juan XXIII y Juan Pablo II, a quienes, en un hecho sin precedentes, uno de sus sucesores, el Papa Francisco, inscribirá juntos en el libro de los santos.
Cada uno de ellos, a su manera y en sus particulares coordenadas históricas, vivió un amor intenso a Dios y a los seres humanos. En sus palabras y acciones, ambos procuraron dar luces a un mundo no pocas veces confundido. Esforzándose por colaborar generosamente con la gracia, supieron también empeñarse por crecer día a día, más allá de sus humanas limitaciones, en el camino de la santidad, a la que todos estamos llamados. Sólo Dios sabe cuánto y con qué grandeza de espíritu estos Santos Padres han sufrido por una humanidad que en el siglo precedente ha permitido innumerables atrocidades y atentados contra la dignidad del ser humano. Su ejemplar testimonio es una invitación a tener la mirada fija en el Señor Jesús y en el horizonte de eternidad que Él nos señala.
El ingente legado de Juan XXIII y de Juan Pablo II se abre ante nosotros como una valiosa herencia que todos los fieles debemos conocer y atesorar. Por ello este breve trabajo busca introducir al lector en la vida de estos dos grandes Pontífices. Aspira a ser un espacio de recuerdo, gratitud y memoria. En él se hace un rápido recuento de su vida y pontificado.
Se quedan realmente cortas las páginas de este pequeño escrito para hacer un justo homenaje a estos dos grandes Vicarios de Cristo. Y es que estas páginas no tienen la pretensión de ser comprensivas de cuanto haya que decir. Tan sólo buscan, desde su sencillez, aportar algo a la memoria católica colectiva e invitarnos en el contexto de su canonización a elevar la mirada a ese horizonte de plenitud que el Señor nos ha propuesto a todos los hijos de la Iglesia: la santidad.
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