Ejercicios Espirituales con san Agustín
Andrés González Niño
Prólogo
El imperativo de leer para vivir nos lleva en direcciones muy dispares y podemos descubrir, a veces por sorpresa, la relevancia que tienen los autores antiguos en los tiempos modernos. Agustín aparece con frecuencia entre las figuras prominentes de la cultura clásica y de la cristiandad que ha mantenido su fama a través de los siglos, principalmente por la originalidad, humanismo y profundidad de sus Confesiones. Es un homenaje que se repite constantemente y que subraya el hecho de que el autor y su obra maestra, escrita en el 397 siguen ejerciendo una gran influencia en la vasta esfera de preocupaciones religiosas y culturales de nuestra época. Modernamente, más que nunca, es objeto constante de estudio en las disciplinas humanísticas que exploran y aclaran los aspectos de la inmensa complejidad y riqueza que encierran. No es extraño que precisamente ese infatigable interés genere una variedad de perspectivas desde las cuales se llega a una interpretación particular del texto. En ese sentido las Confesiones son un libro moderno porque asume una amplia actividad de lectura interdisciplinaria a través de la cual se mantiene la conversación con Agustín en nuestro tiempo.
Proyecto de Ejercicios Espirituales
La perspectiva concreta que propone este proyecto es la de una lectura y experiencia de las Confesiones como ejercicio espiritual en búsqueda de Dios. Un «ascenso» –como enseñaba la filosofía antigua– al cual Agustín impone el carácter de peregrinación en el sentido cristiano (X,5, 7), desde lo profundo del «hombre viejo», a través de la conversión, hacia la reforma según la imagen de Dios en quien reside la verdad y la felicidad, aspiración fundamental de la vida humana (XII 11, 13).
El proyecto de Ejercicios Espirituales que aquí ofrecemos reconstruye, en un modelo coherente y didáctico, las experiencias más sobresalientes sobre el ascenso meditativo de Agustín en las Confesiones, su obra clásica y fundamento principal de una sólida tradición en la espiritualidad cristiana. La exposición ha sido completada con las observaciones que han hecho numerosos expertos en fuentes de rigor académico. Y la referencia constante que se hace al texto original de las Confesiones provee de un soporte bien trabado al proyecto y al mismo tiempo recuerda al lector que, en estos Ejercicios, es Agustín el maestro espiritual que le habla. Nos obliga a ello la solicitud cada vez más imperiosa de un laicado cristiano culto e interesado en la espiritualidad que ofrece Agustín en sus escritos. De esa forma nos acercamos a la audiencia heterogénea que él mismo tuvo en su tiempo: la humanidad marcada con la huella de la mortalidad, sus «compañeros y peregrinos con él» (X 4, 6), a quienes instruye con un estilo intelectualmente lúcido y pastoralmente relevante.
El paradigma agustiniano
Agustín ha vivido intensamente la trama de la conversión que detalla en la narración de su vida. Su experiencia intelectual, psicológica, moral y religiosa nos ofrece un paradigma que ilustra el plan restaurador de Dios realizado en su propia historia pero que atañe igualmente a la vida de todos los que le buscan y a quienes el evangelio asegura que lo hallarán (I 1, 1). Los aspectos fundamentales de esa compleja experiencia forman un relato distintivo de sanación y liberación. Y aunque él no los desarrolla de una manera sistemática, igual que con otros tópicos en su filosofía y teología, Agustín incide una y otra vez en ellos según lo requiere la circunstancia que está narrando y adopta en cada ocasión un lenguaje variado en su forma y contenido. El objetivo central, sin embargo, presenta un movimiento continuo de progreso, a lo largo del cual Agustín se constituye espiritualmente como persona y creatura nueva.
El contenido del paradigma agustiniano, sustrato de estos Ejercicios Espirituales, lleva consigo un elemento teológico y experiencial sobre el que se desenvuelve el significado de las Confesiones. Para situar al lector, lo enunciamos escuetamente en estos términos: 1) El ser humano ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza, con imborrable huella en la memoria, y está orientado radicalmente hacia Él; 2) pero se ha alejado y olvidado voluntariamente de Él, llevado por la ilusión de una felicidad engañosa. En su dispersión, siguiendo su propio camino, se ha perdido en la región de la desemejanza y la imagen prístina de criatura espiritual se ha deformado. 3) A pesar de ello, el ser humano no queda desarraigado totalmente de su Creador y es objeto de la «Providencia escondida» que no cesa de llamarle. La respuesta a esa llamada se efectúa en el retorno a la interioridad donde encuentra a Dios que puede reformarle y aliviar su radical inquietud. 4) Por la conversión, en la que colaboran la voluntad humana y la gracia de Dios, se establece un orden en el amor, fundamento transformador de la vida entera. 5) Para mantener la decisión inicial y progresar en ella es necesaria la mediación de Cristo, Maestro único que, con palabras y hechos, muestra que él es el verdadero camino a seguir. 6) El ser humano, como nueva criatura, se integra en la comunidad de fe que, con un solo corazón, alaba a Dios y se fortalece por la Palabra y el sacramento en su Iglesia. 7) De este modo los creyentes dan testimonio de un estilo de vida cristiana, en peregrinación hacia a Dios, origen y término de la existencia humana.
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