El Alma de Todo Apostolado
Jean Baptiste Chautard
PRÓLOGO
Ex quo omnia per quem omnia in quo omnia.
Dios altísimo y Bondad Absoluta. Qué admirables y deslumbradoras son las verdades de la Fe, que nos descubren lo más íntimo de tu Vida.
Tú, Padre santísimo, te miras desde la eternidad en el Verbo, imagen perfecta tuya.
El Verbo queda extático al contemplar tu Belleza, y del éxtasis de los dos, surge el Espíritu Santo como un Volcán de Amor.
Tú, Trinidad Santísima, eres la única vida interior perfecta, superabundante e infinita.
Porque eres la Bondad sin límites, deseas difundir tu vida íntima. Al conjuro de tu Voz, tus obras salen de la nada, proclamando tus perfecciones entre cantos de gloria.
Tu Espíritu de Amor, acuciado por la necesidad inmensa que siente de amar y entregarse, colmará el abismo que te separa del polvo animado por tu soplo de vida.
Así, merced a Él, en tu Seno aparece el Decreto de nuestra divinización.
Este barro amasado por tus Manos, podrá ser deificado, y tener parte en tu eterna bienaventuranza.
Tu Verbo se brinda a realizar esta obra, haciéndose carne para que nosotros nos hagamos dioses (1).
- esto lo lograste, oh Verbo, sin dejar el Seno de tu Padre, en el cual subsiste tu Vida esencial, Fuente de donde brotarán las maravillas de tu apostolado.
Oh Jesús, “Dios con nosotros”, tú entregas a los apóstoles el Evangelio, la Cruz y la Eucaristía, enviándoles a engendrar hijos de adopción para tu Padre.
- después vuelves al Padre.
Desde ese momento a tu cargo queda, divino Espíritu, la santificación y el gobierno del cuerpo místico del Hombre-Dios (2), realizados por Ti con la colaboración de los auxiliares que escogiste para hacer que baje la vida divina de la Cabeza a los miembros.
Abrasados por el fuego de Pentecostés, se distribuyen por la tierra para sembrar en todas las inteligencias el Verbo que ilumina, y en todos los corazones la gracia que inflama, canales por los que se comunica a los hombres esa vida divina, de la cual Tú eres la plenitud.
Oh fuego divino, excita en cuantos participan de tu apostolado, el ardor que transformó a aquellos hombres dichosos que se congregaron en el Cenáculo, para que no se limiten a ser predicadores del dogma y la moral, sino transfusores de la Sangre divina en las almas.
Espíritu de luz, graba con caracteres indelebles en sus inteligencias, esta verdad: Que el módulo de la eficacia de su apostolado es la Vida íntima sobrenatural que tengan, de la cual Tú eres el PRINCIPIO soberano y Jesucristo la FUENTE.
Oh caridad infinita. Provoca en sus voluntades una sed ardiente de la Vida interior. Que tus suaves y poderosos efluvios penetren en sus corazones, haciéndoles sentir que aun en este mundo, no hay verdadera felicidad sino en esa Vida, imitación y participación de la tuya y de la del Corazón de Jesús, en el Seno del Padre de todas las misericordias y de todas las ternuras.
Oh María inmaculada, Reina de los Apóstoles, dígnate bendecir estas modestas páginas y alcanza para cuantos las lean la gracia de comprender que si Dios se sirviera de su actividad como de un instrumento regular de su Providencia, para difundir sus bienes celestiales en las almas, esa actividad suya será eficaz en cuanto participe de la naturaleza del Acto divino como tú lo contemplaste en el Seno de Dios, cuando tomó carne en tus entrañas virginales Aquel a quien nosotros debemos la merced de poder llamarte Madre nuestra.
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