El Santo Rosario Meditado
Matilde Eugenia Pérez Tamayo
PRESENTACIÓN
Desde su origen, en el siglo IX, el Rosario – cuyo nombre significa “corona de rosas” -, ha sido para la Iglesia una oración importante y muy significativa.
A lo largo de sus 11 siglos de historia, han sido muchos los Santos y los Papas que lo han recomendado con insistencia, al pueblo cristiano, como fuente inagotable de gracias espirituales y materiales.
En octubre del año 2002, Su Santidad Juan Pablo II, promulgó la Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”- Rosario de la Virgen María -, y proclamó el tiempo comprendido entre los meses de octubre de 2002 y octubre de 2003, como Año del Rosario. De esta manera quiso llamar la atención de todo el pueblo católico, pastores y fieles, sobre las inmensas posibilidades que esta oración mariana nos presenta, no sólo para honrar a María como nuestra madre y protectora, sino también, para penetrar con la mente y el corazón, en el conocimiento y alabanza del Misterio de Cristo, que es para todos nosotros, historia de salvación. A este propósito, dice el Papa, en el documento ya citado:
“El Rosario, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor” (Rosario de la Virgen María N. 1).
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