El Secreto Admirable del Santísimo Rosario
San Luis María Grignion de Montfort
Extracto del libro:
A Ustedes, pobres pecadores, uno más pecador todavía, les ofrece la rosa enrojecida con la sangre de Jesucristo, a fin de que florezcan y se salven. Los impíos y pecadores empedernidos gritan a diario: «Coronémonos de rosas» [Sab 2,8]. Cantemos también nosotros: «Coronémonos con las rosas del Santo Rosario».
¡Ah! ¡Qué diferentes son sus rosas de las nuestras! Las suyas son los placeres carnales, los vanos honores y las riquezas perecederas, que pronto se marchitarán y consumirán. En cambio, las nuestras, es decir nuestros Padrenuestros y Avemarías bien dichos, unidos a nuestras buenas obras de penitencia, no se marchitarán ni agotarán jamás, y su brillo será, de aquí a cien mil años, tan vivo como en el presente.
Sus pretendidas rosas sólo tienen la apariencia de tales. En realidad, son solamente punzantes espinas durante su vida, a causa de los remordimientos de conciencia que los taladrarán a la hora de la muerte con el arrepentimiento, y los quemarán durante toda la eternidad a causa de la rabia y desesperación.
Si nuestras rosas tienen espinas, son las espinas de Jesucristo, que Él convierte en rosas. Nuestras espinas punzan, pero sólo por algún tiempo y ello para curarnos del pecado y darnos la salvación.
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