San Juan Pablo II
El taller del orfebre se publicó por primera vez en 1960 en la revista Znak, bajo el pseudónimo de Andrzej Jawien. Se engañaría quien viera en esta obra de K. Wojtyla un simple ensayo literario, extraño producto en la mesa de un teólogo. En cada una de estas páginas vibra sin duda la sensibilidad del poeta y del dramaturgo, pero descubrimos también en ellas la preocupación del pastor de almas y la convicción profunda del pensador católico. Es la historia —el drama interior—de tres jóvenes parejas de esposos —Teresa y Andrés, Ana y Esteban, Mónica y Cristóbal— que experimentan el esplendor y, también, la oscura noche, a veces lacerante, del amor humano. La obra lleva este subtítulo: Meditación sobre el sacramento del matrimonio, expresada a veces en forma de drama. Porque no se trata del amor sin más, sino del amor fiel por encima de toda prueba, del vínculo indisoluble de toda unión matrimonial.
Nos llega este mensaje a través de una acción situada en un espacio y un tiempo en los que la realidad cotidiana se conjuga admirablemente con el símbolo. Personajes grávidos de carga simbólica son Adán —cuyo nombre es el común denominador de todos los nuestros—, las vírgenes del Evangelio, el Esposo, los interlocutores que hablan desde la sombra. Pero por encima de todos destaca el viejo y sabio orfebre, figura central que invade totalmente la vida de los protagonistas. El cristal del escaparate de su tienda es un extraño espejo en el que se refleja el futuro de la pareja humana hasta la frontera misma del misterio, y su balanza no pesa el metal, sino toda la existencia del hombre y su destino.