Joseph Pearce
El viaje de Bilbo
La primera obra de ficción de J. R. R. Tolkien, El Hobbit, se ha visto a menudo eclipsada por su otra gran obra épica, El Señor de los Anillos. Y no falta razón. La profundidad de El Señor de los Anillos y su insuperable calidad hacen que sea ampliamente superior a su predecesora. Tanto es así que también ha llegado a ser un fenómeno editorial. Desde que se publicó por primera vez hace casi 60 años, se han vendido más de 150 millones de copias de la célebre obra de Tolkien. A esto se suma que El Señor de los Anillos ha triunfado sobre todos sus rivales literarios en numerosas encuestas. Los resultados de una de ellas, organizada conjuntamente por una importante cadena de libros y una televisión inglesa en 1996, revelaron que El Señor de los Anillos aparecía en la primera posición en 104 de las 105 sucursales de la cadena, y que había recibido un 20% más de votos que su inmediato rival, 1984, de Georges Orwell. Otras encuestas realizadas por la BBC, junto con periódicos nacionales y sociedades literarias, ofrecieron datos similares. Tal vez su último triunfo, ya en la era de Internet, reside en haber sido votado como el mejor libro del milenio por los clientes de Amazon, lo que indica que la obra de Tolkien también ha conquistado el ciberespacio.
Por tanto, no resulta sorprendente que, a raíz del gran éxito del libro, la tercera parte de la adaptación cinematográfica de El Señor de los Anillos de Peter Jackson sea una de las mejores películas de todos los tiempos. En diciembre de 2012, una década después del estreno de El Señor de los Anillos, se estrenará en los cines de todo el mundo la nueva película de Peter Jackson, la primera parte de la adaptación de El Hobbit. A medida que la nueva película va creando expectación en todo el planeta, Bilbo Bolsón se prepara para recibir el protagonismo de manos de Frodo, su sobrino más famoso. Son días importantes para esta historia infantil, relativamente sencilla, que fue originalmente publicada en 1937, pero que allanaría el camino para la obra épica más famosa, y de lejos más ambiciosa, de Tolkien, publicada casi 20 años más tarde.
La nueva película de Jackson no está pensada para niños, lo que no debería ser una sorpresa. Este productor se hizo famoso por sus películas de terror y gore, muy distintas al sentimentalismo de Disney (Deo gratias). En la película hay muchas dosis de violencia y aparecen monstruos diversos, como gigantes, arañas, troles, orcos, un terrible dragón y la horripilante figura de Gollum; por tanto, no es una película recomendable para los más pequeños. Si en su momento pudieron disfrutar con el libro, ahora van a encontrarse con violencia y con escenas propias de monstruos de pesadilla.
Por otro lado, habría que destacar que El Hobbit es mucho más que un simple cuento para niños y que cualquier ruptura de su dimensión moral haría mucho más daño a la integridad de la obra que la representación gráfica de la violencia y la presencia de lo monstruoso. En su nivel más profundo de significado -y hay que tener en cuenta que las grandes obras de literatura infantil siempre tienen un profundo nivel de significado-, El Hobbit es una peregrinación que transcurre en el nivel de la gracia. Su protagonista, Bilbo Bolsón, se convierte en adulto en su sentido más pleno, es decir, creciendo en sabiduría y virtud. A través del curso de la aventura -y toda peregrinación es una aventura-, El Hobbit desarrolla la virtud y crece en santidad. De esta manera, El Hobbit ilustra una verdad de valor incalculable. Llegamos a ser hombres sabios (homo sapiens) solamente en la medida en que nos damos cuenta de que somos peregrinos en nuestro viaje a través de la vida hacia un fin (homo viator).
Aparte de su estatus de novela de formación cristiana -el paso de Bilbo de la ignorancia a la sabiduría y del vicio a la virtud heroica-, El Hobbit va en paralelo a El Señor de los Anillos en el tratamiento sugestivamente místico de la Providencia Divina, y además puede considerarse como comentario moral de las palabras de Cristo «donde esté tu tesoro allí está tu corazón (Mateo 6, 21). Por estos tres aspectos, puede decirse que El Hobbit, tal y como Tolkien dijo de El Señor de los Anillos, es «una obra fundamentalmente religiosa y católica».