Jacques Philippe
INTRODUCCIÓN
«¡Oh, Jesús mío, qué fácil es santificarse! ¡Solamente hace falta un poquito de buena voluntad! Y si Jesús descubre ese mínimo de buena voluntad en el alma, se apresura a darse a ella. Y nada le detiene, ni las faltas, ni las caídas, absolutamente nada. Jesús tiene prisa por ayudar a esta alma, y si el alma es fiel a esta gracia de Dios, en poco tiempo logrará llegar a la más alta santidad que una criatura pueda alcanzar aquí abajo. Dios es muy generoso y no niega a nadie su gracia. Incluso nos da más de lo que pedimos. La vía más corta es la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo».
Este hermoso texto está extraído del Diario de sor Faustina.
En su sencillez y concisión, ofrece un mensaje extraordinariamente importante a todos los que aspiran a la santidad, dicho con sencillez, a los que quieren responder con la mayor plenitud posible al amor de Dios.
La gran pregunta de estas almas, en ocasiones angustiadas, es la de saber cómo hacerlo.
Es posible que tú, lector, formes parte de aquéllos a quienes esta pregunta no les preocupa demasiado. Quizá tu corazón no ha conocido jamás esa aspiración de amar a Dios tanto como sea posible amarle. Entonces, te lo ruego, suplica al Espíritu Santo que ponga en ti ese deseo y ¡pídele que no te deje descansar jamás! Entonces serás dichoso: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt 5, 6).
Para los que aspiran así a la plenitud del amor, cualquier indicación que ilumine o acorte su camino es muy valiosa. Casi nadie tiene conciencia de ello, pero en mi opinión, es tan necesario que las almas santas se santifiquen más y más rápidamente, como que los pecadores se conviertan, pues ello beneficia igualmente a la Iglesia. El mundo se salvará por la oración de los santos.
Por eso, aunque no todos entenderán este lenguaje, consideramos de gran importancia el hecho de transmitir a los cristianos de hoy el gran mensaje de los santos, con el fin de permitirles progresar con mayor rapidez hacia la perfección del amor.
La cuestión clave de este camino es quizá la de saber en qué concentrar nuestros esfuerzos. Y eso no siempre es evidente, ni es siempre lo que nos imaginamos al iniciarlo.
En este pasaje, como en otras determinadas reflexiones de su «Diario», sor Faustina nos da una indicación, fruto de su experiencia, que merece ser oída: la vía más corta es la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Más que dispersar nuestros esfuerzos en aspectos de nuestra vida que quizá resultarían estériles o poco eficaces, sor Faustina nos propone centrarlos en este punto: estar atentos a reconocer, acoger y poner en práctica las inspiraciones del Espíritu Santo. Eso, con gran diferencia, será lo más «gratificante».
Vamos a explicar la razón, y a continuación describiremos lo que significa.