Mons. Tihámer Toth
El combate de la castidad en los muchachos
LOS DOS LAGOS
En los años de estudiante iba yo frecuentemente de excursión a un lago de las montañas. Sobre el espejo cristalino del agua bailaba jugueteando un rayo de sol. El agua pura dejaba entrever su fondo lleno de guijarros. Ágiles peces zigzagueaban de una a otra parte, no sabiendo qué hacer de puro alegres al sentir el rayo acariciador del sol.
Por la orilla saltaban miosotis de ojos azules, y lirios acuáticos estaban de guardia, tiesos, con sus hojas agudas en forma de espada. Los sauces inclinaban con majestad su ramaje hasta rozar el terso espejo del lago, y soñadores se deleitaban mirando la bóveda sonriente, sin nubes, reflejada en la superficie. Una brisa fresca, vivificadora, jugaba entre las ramas, y a su paso se inclinaban las cañas con suave murmullo.
No hace mucho volví otra vez. Ya habían pasado unos cuantos años.
Quedé espantado al ver en qué se había convertido mi amado lago. Un pantano lleno de limo, un lodazal amarillento, verdoso. Su agua estaba sucia, turbia. La abundancia de espadañas no permitía ver lo que en su seno se escondía; pero el mal olor bien delataba que sólo había podredumbre. El croar soñoliento de las ranas de ojos abultados salía del limo; y asquerosos reptiles, al oír mis pasos, se asustaban y zambullían en el agua verdosa, podrida.
¿Qué ha sido de los lirios altivos que hacían la guardia? ¿Cómo se deshizo la suave corona de follaje que ostentaban los sauces? ¿Dónde está el cielo azul, sonriente, que se reflejaba en el espejo del agua?
Todo, todo había desaparecido. Una vegetación inútil llena la orilla, juncos que para nada sirven se inclinan a la más leve brisa. Podredumbre, destrucción, inmundicia por todas partes…
Sentí oprimírseme el corazón. ¿Es éste el magnífico lago cristalino de mis años mozos?
Este bello lago montañés se asemeja al alma del joven al inicio de la adolescencia, rebosante de vida, sonriente, feliz… Pero, ¡qué pena!, ¡Cuántos de estos jóvenes convierten su alma más tarde en lodazal fétido, lleno de espadañas!
Joven, para que tu alma se conserve siempre limpia, he escrito este libro. Porque conservar el alma y llegar así a la madurez… es el más bello arte de vivir.