Ensayo sobre vida y espiritualidad
Manuel García Hernández
Prefacio
No son pocos los pensadores que en la segunda mitad del siglo pasado constataron que la sociedad moderna ha debilitado, de modo dramático, las fuerzas emancipadoras del ser humano al haber reducido la razón humana a la simple razón técnico-instrumental. En los años sesenta, los filósofos de la Escuela de Frankfurt, por ejemplo, fueron lúcidos al criticar el grado de distorsión y desequilibrio que padece el hombre contemporáneo a consecuencia de la alienante dominación del progreso técnico y productivo, que mutila y atrofia las dimensiones interiores y profundas de la persona y, por ende, de la sociedad occidental. Es frecuente que un ser así y el tipo de sociedad que lo genera, acaben enfermando en la mente y también en el cuerpo –cada vez se sabe más sobre el origen emocional de las enfermedades físicas como forma de somatización–. Si olvidamos la interioridad hasta el punto de no creer en ella, parecernos innecesaria o irrelevante, sucumbimos ante la aparición de cambios anímicos y dolores emocionales que se manifiestan en forma de neurosis, depresión, ansiedad, adicciones…; en definitiva, en pérdidas del sentido de la vida. Sin embargo, es obvio reconocer que interioridad y desarrollo material y social no son dos realidades, en principio, incompatibles o contrapuestas.
Cuando a nivel social nos vemos enfrentados ante amenazas como la actual crisis económica, muchas personas opinan que el origen de dichos males se debe exclusivamente a la pérdida generalizada de valores éticos o morales fundamentales. Pero no es del todo cierto, debajo de la ausencia de tales principios subyace una cuestión mucho más honda y determinante: la falta de sabiduría generada por el olvido colectivo de la interioridad. Solo desde dentro, desde la mirada de corazones que ven con ojos nuevos, podrán vislumbrarse las respuestas sabias que necesitamos encontrar en estos momentos de incertidumbres personales y sociales.
En el marco actual de la postmodernidad, nacida en las últimas décadas del siglo XX sobre los restos de los totalitarismos modernos, aparecen hoy señales de restablecimiento de búsqueda de sentido –con la dosis de ambigüedad que comporta todo lo histórico, también en este tema– a través de las dimensiones espirituales, pues éstas son constitutivas del ser humano y no un añadido superfluo. Estamos asistiendo a lo que Karlfried G. Dürckheim llamó “la rebelión del alma”, manifestada en una creciente búsqueda de caminos espirituales dentro de una sociedad que ha venido reprimiendo las dimensiones más profundas del hombre. Se dice del siglo XXI que es el siglo de la recuperación de la espiritualidad, de la integración de la sabiduría de Oriente y Occidente, pues Oriente tiene una experiencia espiritual milenaria de la que tenemos que aprender y Occidente necesita recuperar lo mejor de las tradiciones espirituales del cristianismo, que por desgracia hemos arrinconado y deformado en gran medida.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!