Escatología La muerte y la vida eterna
Joseph Ratzinger
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
Hace exactamente veinte años que enseñé por primera vez la Escatología en el ciclo de mis clases. Desde entonces he tenido que ocuparme periódicamente de las cuestiones que plantea. La escatología es junto con la eclesiología el tratado que más veces he expuesto y el primero que me atrevo a ofrecer al público como tal tratado. Con esta materia me ha ocurrido algo singular. Me atreví a empezar con las tesis —raras todavía en aquel entonces— que han acabado imponiéndose hoy casi sin excepción en el campo católico. Es decir, lo que intenté fue elaborar una escatología «desplatonizada». Cuanto más me ocupaba de las cuestiones, cuanto más penetraba en las fuentes, con tanta más fuerza se me desmoronaban las antítesis elaboradas y con tanta más claridad se veía la lógica interna de la tradición eclesiástica. Por consiguiente, el resultado que hoy presento, fruto de dos decenios de trabajo, se contrapone, pero al revés de entonces, a la opinión hoy corriente. Hoy estoy enfrentado a la opinión general, pero en el sentido inverso a como lo estaba con mis primeros intentos. Y no es por espíritu de contradicción, sino porque el fondo mismo del problema me ha llevado forzosamente a ello. No hace falta decir que, también y justamente ahora, este reconocimiento determina mi visión de conjunto profundizándola, purificándola y aclarándola.
El marco de la exposición estaba determinado por la naturaleza misma del Curso de Teología Dogmática. Esto quiere decir que he tenido que renunciar a alguna que otra discusión detallada, cosa que en sí misma hubiera sido buena. Espero, con todo, que las cuestiones esenciales se hayan tratado suficientemente, teniendo en cuenta la naturaleza de un manual. El manuscrito se terminó en otoño de 1976. No he podido tener en cuenta la bibliografía que ha aparecido con posterioridad, ni tampoco, por desgracia, el voluminoso tratado de Escatología de Schütz-Groß-Schelkle-Breuning en Feiner-Löhrer, Mysterium salutis V (1976) 553-890. Por lo que he podido ver, tampoco esta obra me hubiera llevado a cambiar mi modo de ver las cosas. Inclusive es mejor y más útil que aparezcan estas dos exposiciones del mismo tema verdaderamente independientes la una de la otra y sin influencia mutua.
No quisiera omitir unas palabras de agradecimiento. Muchas gracias, ante todo, a mi secretaria, Elisabeth Anthofer, por la paciencia y el esmero con que ha cuidado el manuscrito en todos los sentidos. Mi agradecimiento también a Josef Zöhrer, cuya ayuda me ha sido muy útil para la búsqueda de la bibliografía y en la corrección de pruebas. A él y a mis dos asistentes, los doctores Stephan Horn y Siegfried Wiedenhofer, se deben los índices. Finalmente muchas gracias por el trabajo editorial y en especial a Monika Bock por el interés puesto en los mil y un detalles de la edición.
El libro entra en prensa coincidiendo con mi asunción del ministerio episcopal. Con ello acaba la actividad docente que he desarrollado hasta ahora. Dedico, pues, el libro con un recuerdo agradecido a los alumnos de los años que he trabajado en Ratisbona.
JOSEPH RATZINGER
Pentling, Ascensión del Señor 1977
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