Escritos marianos selectos
San Luis Grignon de Montfort
Introducción
Hace más de treinta años, cuando vivíamos los fervores del posconcilio, y cuando el nacionalcatolicismo ya quebraba, escribí un libro sobre La Iglesia, memoria y profecía. Se abría camino hacia una nueva presencia pública de la Iglesia en la sociedad española, que diseñaba el cardenal Tarancón en el prólogo de aquel libro: «Comunidad de adopción y libertad, comunidad de amor y opción por los pobres, comunidad de esperanza y transformación social, fermento y voz profética para la sociedad». Un proyecto evangélico que sigue abierto.
En muchos de mi generación el Concilio suscitó un entusiasmo esperanzado: la Iglesia iba a reformarse reflejando en su conducta y su organización el rostro de Jesucristo. Pero la esperanza incluía también una buena dosis de utopía y debía sufrir la prueba del proceso histórico. En el segundo periodo posconciliar varios factores determinaron una situación muy compleja. Mientras no faltaron católicos aferrados al pasado de la institución eclesial en el nacionalcatolicismo, crecieron los prejuicios negativos, incluso entre los bautizados, contra esa institución. Por su parte, las altas instancias de la Iglesia decidieron fortificar la ortodoxia y la autoridad, para evitar posibles desmanes. Esa decisión dio su fruto en el Catecismo de la Iglesia católica (1992), presentado como «norma segura para la enseñanza de la fe».
1. Esta posición del Magisterio en el segundo periodo posconciliar, que venía programada desde el Sínodo de 1985, dejó en teólogos muy sensibles a la intención reformadora del Concilio la impresión de un estancamiento. Eso explica publicaciones muy valiosas que, para evitar la involución, intentaron ser memoria del Vaticano II. Valgan como ejemplo dos autores dominicos a quienes admiro.
Edward Schillebeeckx tenía en proyecto escribir un tratado de eclesiología. Pero «en los años setenta y ochenta han cambiado muchas cosas, sobre todo en la Iglesia católica romana. El hecho de pertenecer a esta Iglesia, que se incrementó tanto durante el concilio Vaticano II y en los años siguientes, se ha visto sometido a una dura prueba en la última década. Esta situación me obligó, después de haber estudiado y escrito ya mucho, a modificar muy considerablemente el primer proyecto de este libro. Vi claramente que vale más buscar el núcleo del Evangelio y de la religión cristiana, lo propio y singular de esta, que, en un periodo de polarización eclesial, ocuparme directamente de problemas intraeclesiales, que en el fondo son de segundo orden respecto al contenido evangélico de la fe y a la tarea de los cristianos en este mundo». En su reflexión en este libro Schillebeeckx, testigo directo en los debates conciliares, amplía el horizonte para reflexionar sobre la Iglesia, y sugiere la necesidad de reforma en el régimen y organización eclesiales que implica la visión del Concilio.
En 1999, cuando el segundo periodo posconciliar alcanzaba su auge, otro lúcido teólogo, Christian Duquoc, abordó el tema de la Iglesia. El subtítulo ya sugiere su orientación: Precariedad institucional y reino de Dios. El propósito de este libro es «integrar la precariedad de la Iglesia visible en su testimonio en favor del reino de Dios». Profundo creyente y agudo pensador, es consciente de «la indiferencia que se instala entre nuestras sociedades democráticas occidentales y la Iglesia»; está viviendo «el eclipse del cristianismo en la vida pública y social». Por otro lado, en el segundo periodo de posconcilio, percibe «la paradoja del inmovilismo institucional y de sus justificaciones oficiales». Esa percepción justifica una primera parte de dura crítica sobre procedimientos eclesiales que analiza con detalle. Sin embargo, «estas severas constataciones sobre el estado actual de la institución no apuntan a su deconstrucción; se limitan a evocar la urgencia de emprender reformas», cuyos caminos apunta bien este libro.
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