Filosofía del Tiempo Libre
Ángel María Rojas, S.J.
INTRODUCCIÓN
Si le decimos a un estudiante que la mitad de los días del año se los pasa en vacaciones, no lo cree, porque los días de clase le resultan muy largos, mientras que los de vacación se pasan sin darse cuenta. Pero si lo examinamos calendario en mano, comprobaremos que ¡son más de la mitad!
La persona que trabaja tiene al año unos 140 días libres. Más de la tercera parte.
Añadiendo el tiempo que queda libre en los días laborables, tras la clase, estudio o trabajo, veremos que es MUCHO el tiempo libre de que disponemos.
Y para una persona jubilada, ¡todo es tiempo libre!
Cálculos recientes estiman que un ciudadano, con una vida media de 70 años, ha dedicado 38’7 años al tiempo libre.
¡Más de la mitad de la vida de tiempo libre!
Cuando elegimos carrera o profesión, lo pensamos mucho, y hacemos bien. Y eso aunque sólo vamos a ejercitarla una parte de nuestra vida. El resto, la mayor parte, va a ser tiempo de tiempo libre. ¿Por qué no pensamos también seriamente cómo emplear nuestro tiempo libre?
Va siendo urgente desmitificar la preparación para el trabajo, que pretende, como único fin, hacer apta a la persona para producir. Es cierto que es importantísimo prepararse bien para trabajar. Pero el trabajo no es lo único ni lo más importante que la persona hace en la vida.
El modo de utilizar los tiempos libres implica toda una “Filosofía de la vida”. Es un indicador de los criterios de la persona. Supone una visión personal del mundo y de los valores.
El trabajo no ilumina mucho lo que realmente pretendemos en la vida, pues no siempre se trabaja como realmente quisiéramos. Pero el tiempo libre lo elegimos libremente. Y, si en vez de elegirlo, nos hemos dejado imponer tal forma de tiempo libre, podría ser la prueba de nuestra falta de libertad, voluntad, carácter o metas: Dime cómo pasas el tiempo y te diré quién eres…
Los Psicólogos, Profesores y Confesores saben que la mayor parte de la gente no utiliza correctamente los tiempos de vacaciones, que normalmente suelen resultar tiempos perdidos. Con frecuencia, y especialmente para los jóvenes, son ocasión de retroceso espiritual y humano.
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