Frutos y Dones de Espíritu Santo
Fr. Thomas Keating, O.C.S.O.
1. La Divina Inhabitación
Para la mayoría de la gente, la vida ordinaria está caracterizada por la sensación de que Dios está ausente. No obstante, una poca de metafísica nos alertaría del hecho de que, si Dios no estuviera presente en todo momento, nosotros ni siquiera estuviésemos aquí. La Creación no es un evento-de-un-tiempo. Es el continuo regalo de Dios en cada nivel, desde la más humilde partícula hasta la más alta etapa de conciencia.
Sta. Teresa de Ávila escribió: ―Todas las dificultades en la oración pueden ser atribuidas a una causa: rezar como si Dios estuviese ausente. Esta es la convicción que nosotros traemos desde nuestra temprana niñez y aplicamos a cada día de vida y a nuestras vidas en general. Se vuelve más fuerte a medida que crecemos, a no ser que estemos ‗tocados‘ por el Evangelio y comencemos la travesía espiritual. Esta travesía es un proceso de desmantelamiento de la monumental ilusión de que Dios está distante o ausente. Cuando nuestras peticiones particulares no son atendidas, quedamos más convencidos de que Dios está ausente. Esta es una posición irracional, sin embargo, basada en el juicio de emoción, no en la razón. Desafortunadamente nuestras emociones rebeldes no obedecen a la razón y la voluntad; ellas tienen su propia dinámica. Cuando quiera que nuestra razón y voluntad deciden hacer algo, nuestras emociones se interponen y deciden si las secundarán. Si, nuestro plan contradice su percepción de qué es placentero y qué no, tenemos una conmoción en nuestras manos.
El comienzo, la etapa media y el final de nuestra travesía espiritual es la convicción de que Dios está siempre presente. A medida que progresamos en nuestra travesía, percibimos la presencia de Dios más y más. A medida que emergemos de nuestra niñez hacia la plena, auto-conciencia reflexiva, nuestro concepto de cómo Dios está presente en nosotros, generalmente es vago y primitivo. La travesía espiritual es un proceso gradual de acrecentar nuestras relaciones emocionales, mentales y físicas con la ‗Divina Realidad‘ que está presente en nosotros pero no ordinariamente accesible a nuestras emociones y conceptos.
El dogma de la Trinidad está presente en nosotros como un Dios en tres personas divinas. La primera persona es llamada El Padre. La segunda persona es llamada La Palabra. La tercera persona es llamada el Espíritu Santo, que significa aliento. ¿Has conocido a una persona que era una palabra, o a una persona que era aliento? Eso debería alertarnos al hecho de que, cuando hablamos de Dios, no estamos hablando de una persona a quien conocemos.
El concepto de las personas en Dios se refiere a las relaciones que son solamente analogías de las relaciones en los asuntos humanos. Así, no debemos esperar que Dios esté presente de la manera en que otras personas lo están. El supremo fruto de la espiritualidad del Antiguo Testamento era una educación de largo plazo que gradualmente destetó al Pueblo Elegido fuera de su estrecho concepto de Dios como uno entre muchos otros dioses del cercano oriente, hacia el Trascendente Único. El Dios monoteísta es el gran regalo de Israel a la humanidad.
Dios está presente en nosotros todo el tiempo, pero inaccesible a medida que tenemos ideas y juicios preconcebidos basados únicamente en la retroalimentación que nos proveen nuestros sentidos y sentimientos. Los dichos de Jesús podrían ser parafraseados de la siguiente manera: ― El Reino de Dios está cerca y a la mano—no distante o ausente. Está dentro de ti y en medio de ti.
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