Daniel Iglesias Grèzes
PROLOGO
La historia de la Orden de los Templarios es poco conocida y generalmente deseada. Son muchos a quienes hemos oído preguntar en que época se fundó, y que circunstancias motivaron su estrepitosa caída y extinción. Unos creen que todos los individuos de esta antiquísima y primera Orden de caballería fueron culpables y como tales degollados o quemados vivos sin distinción alguna; mientras otros suponen que ninguno fue delincuente ni castigado de una manera ejemplar, como generalmente se refiere. Con el objeto pues, de conciliar estos dos extremos tan opuestos y fijar en lo posible la verdadera opinión pública, damos a luz una precisa reseña histórica sobre el origen e institución de los Templarios; de las formalidades que observaban en la recepción y profesión de los caballeros; del traje, armas y distintivo que usaron; indicando la época en que vinieron a la Península ( Se refiere a la Península Ibérica “Portugal y España”, situada en el sudoeste de Europa; está rodeada por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, uniéndose al resto del continente por el noreste), haciendo una reseña de las brillantes acciones a que en ella se llevaron a cabo, y refiriendo las caudas que se cree motivaron la caída de la Orden; junto con los tramites y pormenores que se observaron en las causas que se les establecieron en los diferentes reinos de la cristiandad. Para hacerlo de un modo imparcial y con la veracidad que corresponde, solo referimos lo que varones respetables por su carácter, saber y virtudes religiosas escribieron, cuyas obras hemos consultado con la mayor detención. Sin poder evitar que nuestro corazón naturalmente sensible se consuela alguna vez al recordar el terrible y horroroso suplicio en que más de cinco siglos hace acabaron desgraciadamente sus días algunos caballeros y su último gran Maestre; no por esto diremos que fuesen inocentes, ni culpables: concluir en un asunto en que tantos sabios están discordantes, sería una falta que no nos perdonaríamos nunca. Cada uno en vista de la sencilla y humilde exposición de los hechos, formará el juicio que le pareciere más clarividente.