Ignacio de Loyola La Aventura de un Cristiano
José Ignacio Tellechea Idígoras
Prólogo
Se trata de la aventura de san Ignacio de Loyola. De su aventura como cristiano. No es, pues, una biografía de Iñigo, aunque tiene no poco de la hermosa biografía Ignacio de Loyola, solo y a pie.
La lectura de esta aventura nos recuerda aquella biografía. Ahora en forma más sintética, pero escrita del mismo modo, con la artesanía del estilo de Ignacio Tellechea Idígoras, autor de ambas.
La biografía de Iñigo alcanzó enseguida numerosas ediciones y varias traducciones a distintos idiomas. Toma los puntos cruciales de la vida de Iñigo: aquellos más diáfanos que le llevaron a discernir, decidir y comprometerse. Y lo hace el autor con la maestría del historiador y del estilista. Un estilo sugerente y preciso. Un castellano minuciosamente elaborado, pero con la particularidad de no notarse lo cincelado de adjetivos y adverbios.
En la carta en que autorizaba la edición mexicana de este texto, el autor dice a propósito de su libro: «estoy contento, no orgulloso». Cuando un autor de la talla de Tellechea —28 libros— está contento, es porque la obra es valiosa.
La aventura del cristiano, Iñigo de Loyola en este caso, es una aventura que nace de la llamada misteriosa de la vocación y que luego se vuelve
compromiso de escuchar con los oídos del corazón las sucesivas llamadas del Espíritu. El compromiso pide una atenta escucha de discernimiento de los espíritus. El compromiso madura en el silencio, la oración, la enfermedad, el dolor, la crisis, la persecución. Y el compromiso crece y se agiganta con la delicada y generosa atención a las obras de misericordia. Y éstas, en particular, entre los enfermos de los hospitales. En el desierto de su peregrinación (solo y a pie) como cristiano. Sin embargo, no es un peregrino solitario; cada día va más acompañado por las cosas del espíritu. Y cada día se compromete más como cristiano.
La lectura de este pequeño libro es fascinante. El autor ha unido la hondura del pensamiento con la belleza estilística. Eso tan fácil y tan difícil del escribir bien. Es la naturalidad de lo estético espontáneo.
La aventura del cristiano es el descubrimiento de la gracia de Dios en la propia vida. Y su responsabilidad de respuesta en acciones. El compromiso se inicia cuando toca el Espíritu. De su respuesta comprometida nacen la amistad y la familiaridad (oración) con el Espíritu y con la invitación a la santidad.
Telíechea afirma que se siente contento de haber escrito este libro, no orgulloso. Pero también añade: «…a través del cual el Señor hace que fructifiquen los espíritus». Y es verdad.
Eugenio Páramo, sj (México)
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