Benigno Juanes, S.J.
PROLOGO
Emprendemos, no sin cierto temor, esta obra: “Introducción a los Carismas”. Aunque ya han aparecido libros excelentes y numerosos artículos sobre el tema, juzgamos que aún hay mucho que investigar y escribir sobre él. Las experiencias de los carismas se han multiplicado, discerniendo.
Sin embargo, es preciso no dejar de tocar un tema tan fundamental como son los Carismas en la Iglesia, a través de lo que hemos conocido y vivido en la Renovación Carismática Católica que ni es el lugar único donde florecen, ni quizás el más privilegiado. Desde luego, los carismas se dan a la Iglesia y el “dónde” adecuado y querido por Dios para ejercerlos; pero la Renovación carismática representa un lugar en el que el Espíritu se complace en prodigarlos. En ella se piden, se usan, se purifican, se disciernen, pese a todos los errores y desaciertos que se puedan haber cometido. Si es cierto que la Iglesia es esencialmente carismática, pedirlos y usarlos debidamente, conforme a las repetidas indicaciones del Vaticano II, no deja de enriquecer a la misma Iglesia para cuya edificación en la caridad los suscita el Espíritu.
El primer tomo sobre los carismas tiene por finalidad introducir en su conocimiento, orientar sobre las actitudes correctas, dar a conocer la mente de la Iglesia sobre ellos, etc. Sin este primer tomo sería difícil emprender y atreverse a tratar lo siguiente.
A él, esperamos en el Señor, que puedan seguirle cuatro más en los que se van tratando separadamente algunos de ellos. Hemos intentado guiarnos en el tema por la sabia y competente orientación de autores de garantía y por otras personas que han tenido y tienen una sana y discernida experiencia de ellos. Dejamos por decir muchas cosas. No es posible, ni seríamos capaces de decirlas. Pero nos parece haber tocado puntos fundamentales.
Rogamos encarecidamente al Señor quiera bendecir abundantemente esta obra y enriquecer a su Iglesia con toda clase de carismas, para que, usados conforme a la voluntad del Espíritu que los da, florezca cada vez más en santidad individual y colectiva y en frutos del Espíritu que lleguen a toda la humanidad.