José Luis Vázquez Borau
Introducción
Cada vez resulta más patente que la exaltación de la razón humana en su soledad, aunque pueda estar justificada por motivos históricos comprensibles, está influyendo en su propio abatimiento por una dinámica de descomposición interna. La justificación para este argumento es que la razón no se puede aislar del corazón de los hombres en la dignidad de su vocación humana. Nosotros aquí, siguiendo la tradición pascaliana, vamos a seguir la «inteligencia del corazón», o lo que también podríamos llamar «sabiduría cristiana». ¿A qué nos estamos refiriendo cuando decimos «inteligencia del corazón»? Estamos pensando claramente en la frase célebre de Blaise Pascal y su juego de palabras: «Le coeur a ses raisons, que la raison ne connait point: on le sait en mille choses». El corazón tiene sus razones que la razón no conoce: se ve en mil cosas. Aquí Pascal lo que busca es el auténtico «conocer humano», tal como nos dice H. Küng: «Descartes había identificado el alma con la conciencia y reducido todas sus funciones al pensamiento. Pascal, fino observador tanto de la naturaleza como de la psique humana, no acaba de decidirse, a pesar del gran énfasis que pone en el pensamiento, a verificar semejante reducción. Pascal no es racionalista. Nada que oponer a la razón discursiva. Pero, ¿acaso no hay también un conocimiento intuitivo? Nada que oponer a la lógica. Pero, ¿no existe también el instinto?». La palabra «corazón», coeur, resume mucho mejor que «sentimiento» lo que según Pascal se contrapone a la «razón», raison. Y «corazón» tampoco significa lo irracional o emocional en oposición a lo racional o lógico, no es «alma» en oposición a «espíritu». El corazón es el centro espiritual de la persona humana, expresado simbólicamente en el órgano corporal, su más íntimo centro de actividad, el punto de arranque de sus relaciones dinámico-personales con el «otro», el órgano adecuado por el que la persona tiene sentido de la totalidad. El corazón es el espíritu humano, pero no en cuanto piensa y razona de manera puramente teórica, sino en cuanto espíritu que está presente de forma espontánea, que percibe intuitivamente, que conoce existencialmente, valora integralmente y ama u odia de mil maneras.