Roberto O’Farrill Corona
Prefacio
Padre Rogelio C. Alcántara
Director de la Doctrina de la Fe de la Arquidiócesis de México
Los dogmas no son invención de la Iglesia Católica, son verdades contenidas en las Sagradas Escrituras y la Tradición, que la Iglesia siempre ha creído y proclamado, solemnemente, en un momento determinado de la historia. Por ejemplo, siempre se creyó que la Virgen María es Inmaculada, pero no se afirmaba con precisión cómo, en qué grado, de qué manera. La proclamación del dogma explicó, aclaró y confirmó esta verdad, que estuvo siempre en el depósito de la fe.
Para proclamar un dogma “por solemne juicio, o por su ordinario y universal magisterio” (Dz 1792) y proponerlo a los fieles como objeto de fe (cf. CEC 1842), la Iglesia examina: el culto que se rindió al misterio que se desea proclamar, la fe de los creyentes —Sensus fidei—, el estado de la teología al respecto, las dificultades que se debaten, el sentir común de los Padres de la Iglesia, el acuerdo con la analogía de la fe y la anterior enseñanza del Magisterio.
Todo esto lleva tiempo, a veces, siglos de maduración teológica, hasta que llega un momento en que se hace necesario, no sólo aclarar el tema, sino exponerlo solemnemente. Entonces, es cuando se proclama un dogma.
Hasta ahora, son cuatro los dogmas proclamados sobre la Virgen María: su Maternidad divina, Virginidad perpetua, Inmaculada concepción y Asunción a los cielos en cuerpo y alma; pero podrían proclamarse otros, como el ser Mediadora de todas las gracias y Corredentora.
Fomentar la devoción a la Virgen María, a partir de las verdades de fe proclamadas por la Iglesia, es un magnífico ejercicio de piedad, que en este libreto nos propone nuestro buen amigo Roberto O’Farrill. Por lo que deseamos que su esfuerzo por difundir la devoción a nuestra Santa Madre, por este medio, dé mucho fruto. ¡Enhorabuena, Roberto! y ¡que la devoción a la Inmaculada Virgen, Madre de Dios, Asunta a los cielos, salve nuestra Patria y conserve nuestra fe!