La fe de los católicos
Ronald A. Knox
Prefacio
En días tan poco favorables para la ideología católica es fácil inclinarse a pensar que el apologista católico haría mejor en ponerse a la defensiva. Hay filósofos que discuten la capacidad de la mente para alcanzar la verdad; hay psicólogos que niegan la realidad del libre albedrío; hay antropólogos que hacen consistir la religión en una ilusión pueril; y entretanto, apuntando sus flechas más directamente contra la Iglesia a que pertenezco, los historiadores no cesan de encontrar puntos flacos en nuestros documentos y los profetas del siglo nos acusan de estrechez ante el tribunal del progreso humano. Para responder a estos ataques en su propio terreno sería necesario escribir para cada uno un libro siquiera tan grande como el. presente. Aun en el caso de que quisiera hacerlo, no tengo títulos para recoger el guante; el periodismo expide desde hace tiempo los certificados de sabiduría, y a nadie se permite entablar controversia con un especialista, a menos de que su nombre aparezca en los libros de consulta fortificado por una larga serie de letras que expresen sus títulos académicos. Por eso este libro trata de ser apologética constructiva, de vindicar unas posiciones; y si al especialista le vienen ganas, como sin duda le vendrán, de detenerme aquí o allá para pedirme una ulterior explicación, tendré que cometer la descortesía de seguir adelante con apresuramiento: no hay lugar para tales explicaciones.
Desgraciadamente tampoco soy un teólogo. Y como consecuencia, las tesis aquí propuestas, aparte de la brevedad que las circunstancias imponen, son propuestas en un lenguaje elemental, sin filigranas de definición. Se me ha pedido que diga “lo que creo”; y puesto que la serie de capítulos ha de incluir documentos humanos, me parece que mi contribución saldrá mejorada por la ausencia de precisión académica. Mis convicciones serán desaliñadas y expresadas con poca precisión; pero al menos serán genuinas.
En el Palacio Viejo, Oxford.
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