Dom Bernardo de Vasconcelos O.S.B.
Prólogo
Felicítate, lector, si este opúsculo ha venido a parar a tus manos, porque puede ser para ti el remedio de tu indigencia espiritual, poniendo en ellas la llave del tesoro divino, la Santa Misa, al facilitarte su inteligencia y gusto.
En tu interior hay un gran vacío, ¿verdad? Lo sientes; pues bien claro experimentas que vives como enajenado, de puertas afuera, hasta el extremo quizás de que tus mismas devociones, los ratos pasados en la iglesia y aun el modo acostumbrado de oír la Misa, no te proporcionan el pasto sustancial que llene y centre tu alma.
Corres desalado en pos de algo que no encuentras, sin lo cual nada te basta, y con lo cual presientes que podrías prescindir de todo.
Es verdad: ese algo es la Santa Misa, que Jesucristo nos dejó para ser nuestra luz, nuestro consuelo, alimento y deleite durante nuestra peregrinación.
Sí, me dirás, pero no la entiendo, o si algo la entiendo, por lo que he oído y leído, no la saboreo y, por tanto, no saco fruto de ella. Como tú se expresan muchos.
Pues bien; sabe que por desgracia tuya no habías dado con el guía amable que te introdujera en este cielo terrestre.
Hoy, por especial providencia divina, que en todos los tiempos vela por el bien de las almas y se acomoda al genio de cada una, ha venido a parar a tus manos con este librito.
Lee. Ya el título, LA MISA Y LA VIDA INTERIOR, te indica que va a restaurar esa vida interior, que te falta, por el medio eficaz de la Santa Misa.
No habrás leído el primer capítulo cuando ya te sentirás iluminado y caldeado al contacto de palabras y misterios que antes apenas si habían rozado tu piel.
La penetración es cordial; el autor habla ex abundantia cordis, y con un cariño invasor, todo luz y melodía, abre el sentido de las palabras y ceremonias, hasta convertir el desvío en interés y el altar en imán poderosísimo de las almas.
No encontrarás párrafos largos que te cansen, ni exposiciones áridas que te hastíen. El comentario es certero, y, esclarecida la significación dogmática, ascética o mística del pasaje litúrgico, surgen las exclamaciones apreciativas del valor estético y santificante que contiene.
Cada frase es un destello vivísimo, y a su influjo benéfico los textos y acciones de la Misa acaban por extasiar y hacernos exclamar: «¡Dios mío, Bien sumo de mi alma, tan cerca como os tenía y no sabía hallaros!».
Así va empujando suavemente a lo largo del Sacrificio hasta dejar al alma en íntima comunión con Jesús.
Con la compañía de este librito desearás que se prolongue el tiempo de la Misa, y, cualquiera que sea tu situación espiritual, te sugerirá sentimientos apropiados. Si eres principiante en el camino de la perfección, los purgativos de la compunción, y si provecto, los iluminativos y místicos de la vida contemplativa.
Es incalculable el bien que habrá hecho a muchas almas el sabio y humilde benedictino portugués, autor de estas áureas páginas, enseñándoles la oculta senda para encontrar al Dios escondido de nuestros altares.
Ahora, un diligente buscador de perlas finas, al dar con ésta, se ha apresurado a engarzarla con arte a nuestra lengua, haciendo este precioso regalo al público español, que no dudo la arrebatará tan pronto como la vea expuesta en el repertorio de joyas litúrgico-místico-literarias.