André Léonard
Prólogo
Un mensaje a los jóvenes y a los menos jóvenes
Este libro se dirige a todos los cristianos –y aun en gran medida, a los no creyentes- preocupados por la cuestión de la moral sexual. Pero lo destino prioritariamente a los jóvenes. Pues son ellos, los y las estudiantes que encuentro en la Universidad, quienes me han llevado a reflexionar sobre estas cuestiones y también me han incitado a poner por escrito mis convicciones sobre la materia. Por eso me permito conversar familiarmente con ellos, tuteándolos.
Compartir una convicción
Cuando hablo aquí de “mis convicciones”, debes entenderme bien. Lo que expongo no son “mis” ideas en el campo de la vida sexual sino simplemente la enseñanza de Cristo y de la Iglesia. Enseñanza que ratifico con todo mi corazón, con la firme convicción de que es capaz -y lo es ella sola- de iluminarte y fortalecerte. Mi objetivo estará conseguido si logro hacerte compartir, interiormente, esta convicción.
Un campo neurálgico
La sexualidad, no es, sin duda, la dimensión más importante de tu vida, pero constituye ciertamente un campo neurálgico, un terreno delicado en el que afluyen los interrogantes. Puede tratarse de preguntas muy prácticas que te planteas sobre el encauzamiento de tu vida o de interrogantes más teóricos sobre el valor moral de tal o cual comportamiento, en el que no estás implicado personalmente. Me gustaría afrontar honesta y metódicamente unas y otros. Me parece que este itinerario es más necesario por cuanto, si en el pasado se ha hablado a los cristianos de moral sexual, hoy constato que muchos jóvenes no han sido apenas evangelizados en este campo.
La pedagogía de Jesús.
Para la concepción de la exposición he tratado de utilizar la única pedagogía que me parece eficaz, la de la verdad y la claridad, acompañadas de una gran preocupación de las situaciones personales. Ésta era, y creo no abusar al decirlo, la pedagogía de Jesús, que decía claramente y sin compromisos lo que Él había escuchado junto al Padre (cfr. Jn 12,49-50), pero infinitamente ansioso de encontrar a cada uno y cada una en el terreno de su propia vida, como lo testimonian sus encuentros con la samaritana (Jn 4,1-42), la mujer adúltera (Jn 8,1-11), la prostituta (Lc 7,36-50), etcétera.